En medio de la compleja situación que atraviesa el país, y Cienfuegos en particular, con el auge de la COVID-19¬, el incremento sustancial de graves, críticos, fallecidos y a la vez la muy tensa disponibilidad de medicamentos, el ánimo de lucro desenfrenado de cuestionables seres humanos ha encontrado en estas calamidades un área de jugosísimos dividendos.

Redes sociales como Facebook, WhatsApp y Messenger, espacios donde cientos de personas se han unido para donar y realizar acciones generosas en ayuda a los enfermos y en el que se difunden historias de la lucha tenaz de los profesionales de la Salud por salvar vidas, constituyen también plataformas donde se promociona la oferta y la demanda de medicamentos, se pactan precios, lugares y horarios de encuentro.

Por su uso en el tratamiento de formas graves de la COVID-19, antibióticos como la Azitromicina y el Rocephin encabezan la lista de los más buscados y exorbitantemente cotizados.

Información aportada por el Ministerio del Interior refiere que desde el 26 de julio a la fecha en que se escribe este trabajo, quince cienfuegueros han resultado acusados de actividad económica ilícita (AEI), apropiación indebida o tenencia de drogas, por el manejo inescrupuloso de medicinas y/o insumos médicos, mientras otros ocho se encuentran pendientes a medidas administrativas.

En correspondencia, se han ocupado 20 blísteres de Azitromicina, 29 bulbos de Rocephin y cantidades más reducidas de otros 45 medicamentos e insumos. Mientras la mayor cantidad del primer antibiótico referido corresponde a importaciones realizadas por personas naturales, en los casos restantes sobresalen los de uso hospitalario.

A la vez que las autoridades competentes continúan las investigaciones en aras de incrementar las cadenas delictivas y profundizar en los elementos probatorios, resaltan los muy elevados —casi delirantes— precios en que los propios acusados de AEI han referido comercializaban los productos, en especial la Azitromicina y el Rosephin. La primera con costos oscilantes entre los 1 800 y 6 000 pesos cada blíster, mientras que un bulbo del segundo asciende a 6 000 pesos.

Ciertamente, los números causan mucho más que asombro. ¿Cuánta frialdad debe acumularse para actuar así? ¿Cómo es posible que alguien que también es padre, madre, hijo, hermano o nieto le diga a otro que lucha por la vida de un ser querido que ese es el valor de su salud, o no hay trato? ¿Cómo un ciudadano sin antecedentes penales de ningún tipo, supuestamente con buena conducta social y laboral puede deshumanizarse tanto? ¿Cómo una madre amorosa, con dos hijas pequeñas, puede ponerle precio a la vida de los niños ajenos?

Los hechos resaltan por lo detestable que significa lucrar con el dolor y la enfermedad del prójimo en medio de una pandemia y de circunstancias objetivas marcadas por la escasez. Y está muy claro que en cualquier otra geografía del planeta las cosas funcionan así; pero en Cuba, no.

Es doloroso que una medida aprobada por el bien de la familia cubana, como lo es la flexibilización para importar alimentos, productos de aseo y medicamentos, sin carácter comercial, sirva de paraíso, no a la solidaridad y la generosidad, sino a la ambición y el oportunismo.

Más preocupante aún que existan fisuras en nuestras instituciones de Salud y permitan el escape de los limitados y muy valiosos recursos que a ellas se asignan, empañando en el sentido ético la gran labor que la inmensa mayoría del personal desarrolla para salvar a los cienfuegueros.

Cuestiones en las que la máxima dirección del país ha indicado enfocarse de modo especial, porque cuando se trata de la vida, aquí la prioridad es luchar por ella, no lucrar con ella.

septiembre 02/2021 (Cubadebate)

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