Ojalá ningún niño tuviera que llegar jamás a la terapia de un hospital pediátrico. Ojalá ningún padre o madre tuviera que pasar por ese tiempo triste de tener a su hijo en una unidad de cuidados intensivos, pero si así fuese porque la salud no lo acompaña o porque un accidente trastocó sus vidas, nada mejor que saber que allí encontrará un equipo cuyos valores profesionales y humanos hacen que los días, en medio de la agonía, sean más esperanzadores.

Hace más de un mes desde que esta reportera visitara la sala de cuidados intensivos del hospital Pepe Portilla, y ha dado vueltas y vueltas a un papel en blanco sin encontrar las palabras precisas que hagan honor a quienes allí trabajan.

Y no se trata de apologías ni alabanzas inmerecidas, se trata del justo reconocimiento a quienes intentan cada día salvar a nuestros pequeños de enfermedades que a veces, ellos mismos, saben incurables, mas no se rinden.

“Pero cuando es así, cuando se trata de una enfermedad terminal, que ha estado sujeta a tratamientos, cuando ya no podemos hacer más, o es una patología crónica, al menos tratamos de aliviarlos, para que el paciente tenga una muerte digna, pero siempre es muy difícil, y más difícil todavía es comunicarle a la familia que su hijo o su ser querido ha muerto. Eso no se aprende nunca”, expresa el doctor Eddy Llobany González Ungo, especialista de segundo grado en Pediatría y jefe del servicio, quien permanece en él desde diciembre de 1990, tres años después de graduado de Medicina.

Pero la terapia no es necesariamente un paso cercano a la muerte. El año pasado tuvieron más del 96 por ciento de supervivencia, un número que lejos de ser una fría estadística, muestra el trabajo sostenido, de calidad y apegado a los más actualizados protocolos de actuación en Medicina que allí se desarrolla.

EL DÍA A DÍA

Con un equipo prácticamente de lujo en medio del proceso de emigración del país y el éxodo de profesionales de la Salud hacia otros sectores, la unidad de cuidados intensivos del Pepe Portilla mantiene más de una docena de especialistas y también de residentes, más el personal de enfermería, que se hacen cargo de las largas jornadas que allí se viven.

Hay mucha entrega y sacrificio, comenta González Ungo, jefe también de la Comisión de atención al grave y presidente del Capítulo de Pediatría de Pinar del Río.

El doctor explica que en este servicio polivalente, único de su tipo en la provincia, reciben niños en edad pediátrica, entre los 30 días de nacidos y los 18 años, 11 meses y 29 días de edad, y se considera un servicio terminal, pues solo remiten a los institutos, dígase al de Neurología, Cardiología y Nefrología.

Los casos que con mayor frecuencia llegan son pacientes con infecciones respiratorias agudas, sobre todo, la neumonía complicada de la comunidad, neumonías con derrame, con empiema, o con insuficiencias respiratorias.

“Vienen también todos los niños que llegan a la institución con diarreas graves, deshidratados y, sobre todo, los menores de un año se traen aquí para hidratar, para canalizar vena, porque a veces resulta difícil hacerlo, pero sigue siendo la respiratoria la causa más frecuente”, acota.

“Lo otro, apunta, son las sepsis, los politraumas por accidentes y el año pasado recibimos muchos casos de dengue en su forma grave de presentación. El dengue se clasifica en estos momentos como dengue, dengue con signos de alarma y dengue grave. El dengue normal puede pasarse en casa bajo vigilancia médica, cuando se presentan signos de alarma el paciente debe ingresar en el hospital, y si tiene factores de riesgo viene también hasta aquí. Además, están las infecciones del sistema nervioso central”, precisa el doctor.

El servicio de cuidados intensivos ha recibido históricamente entre 400 y 600 casos por año, entre 32 y 34 por mes, 40 el que más se ingresa, con una estadía hospitalaria de alrededor de seis días, señala el jefe del servicio, aunque hay casos de infecciones respiratorias crónicas, ventilados, traqueotomizados, que llevan tiempo, en tanto, el índice ocupacional está entre un 80 y 90 por ciento por año.

Refiere el presidente del Capítulo de Pediatría que el año pasado la provincia obtuvo la mejor tasa de mortalidad infantil del país y reconoce que este ha habido sus dificultades.

Explica que la mortalidad de uno a cuatro años también los ha golpeado, “al tratarse de niños que muchas veces traen un daño relevante, una lesión orgánica importante, son niños que nacen con parálisis infantil, son bajo peso, desnutridos, pretérminos, toda una serie de factores de riesgo que les provocan lesiones estáticas del sistema nervioso central, con un daño neurológico severo, por ejemplo”.

González Ungo destaca que también han existido llegadas tardías a la terapia intensiva. Al momento de la visita para este reportaje cuatro pacientes no habían estado en el servicio por más de cuatro horas. “Ello, señala, también influye en la mortalidad, por eso se trabaja más en la atención primaria, incluso en la hospitalaria, tratando de que el acceso a los servicios de Salud, sobre todo, a la terapia intensiva, sea en mejores condiciones, con un estadío más precoz de la enfermedad”.

Siempre permanecen al menos tres médicos de guardia en el servicio, o dos intensivistas y dos residentes; casi todas las guardias tienen tres o cuatro galenos, mientras que de ocho de la mañana a cuatro de la tarde está todo el personal.

“El caso que llegue se discute en conjunto. Las enfermedades más frecuentes las tenemos protocolizadas y si no, nos apoyamos en terapias intensivas de otras partes del país o en los protocolos españoles, pero todos los casos y, sobre todo, el caso grave y el menor de un año, se discute”, explica el doctor, quien agrega que si se necesita de la valoración de otro especialista que no sea el intensivista, como puede ser un angiólogo, un neurocirujano, o un cardiólogo, por ejemplo, se trae hasta la comisión del grave y participa en la discusión para llegar a mejores resultados.

EL CORAZÓN DEL SERVICIO

Así se empeña en llamar el doctor al equipo de Enfermería del servicio de cuidados intensivos, al ser estos hombres y mujeres los que más tiempo pasan junto al paciente.

Si bien se dispone de una plantilla bastante completa de médicos, no ocurre así con las enfermeras y enfermeros, mujeres en su mayoría, por lo que la institución ha adoptado las medidas pertinentes para que otras en formación se integren al servicio, según apunta la licenciada Yadina María Regalado Díaz, jefa de sala de Enfermería.

“Todas se están superando y cuentan con la experiencia y preparación de las que llevan más tiempo aquí; no hemos tenido problemas porque el personal es muy responsable y saben que este trabajo es en equipo, en el que no puede faltar ni fallar ningún eslabón”.

Reconoce el jefe del servicio que la enfermera lo es todo. “El médico examina, diagnostica e indica un tratamiento, pero eso lo cumple la enfermera y lo hace con la calidad que se requiere, porque es la que más contacto tiene con el paciente, canaliza una vena, hace un abordaje, pasa una sonda nasogástrica. Si el paciente está ventilado requiere mucha higiene y eso es responsabilidad de enfermería, es un dúo que tiene ir parejo, porque si no, no funciona.

“Son los ojos del médico cuando no está; enfermería acompaña el paciente constantemente, las 24 horas, toma los signos vitales cada dos y cuatro horas, y a pesar de las dificultades, hemos tenido buenos resultados, el año pasado fueron muy buenos”, reconoce.

Un ejemplo de ello es Mizza Cuellar Díaz, licenciada en enfermería con 37 años de experiencia; desde el año 2000 trabaja en la terapia y antes lo hizo en la sala de cuidados intermedios y 18 años en Cirugía.

“Estamos todo el tiempo al lado del paciente, canalizamos las venas, hacemos los procederes correspondientes, los bañamos, observamos algún empeoramiento desde el punto de vista clínico porque el médico puede estar con otro, una es la responsable de ese paciente y ante cualquier alteración se toman medidas, no sin antes contar con la asesoría médica”.

Para ella es esencial ayudar a la madre de ese niño, que es la que generalmente permanece como acompañante: “Ningún familiar es igual, pero siempre les digo que tienen que estar preparadas y enfrentar la vida para poder ayudar a su hijo, no se trata de estar recogida llorando. Les digo, ven, ayúdame, aprende por si mañana tienes que hacerlo sola en la casa y eso las ayuda desde el punto de vista psicológico a enfrentar la situación”.

A su lado está la joven Yadelvis Mesa Cuní, también licenciada en Enfermería, intensivista y emergencista, con 14 años en el servicio, quien asegura que siempre dialogan con el médico cuando se trata de patologías poco conocidas y que en medio de las limitaciones de recursos han tenido prioridad.

La muchacha reconoce que se crea una relación muy bonita cuando se trata de pacientes de larga estadía hospitalaria y da mucho gusto verlos después regresar a una consulta o porque simplemente los padres los llevan a visitarlos.

Agrega que no es tarea sencilla ganarse un niño y que no vea en la enfermera solo a la que viene a inyectar o a curar, hay que tener sus estrategias y ganárselos, asegura.

“Uno llora cuando fallece un niño y cuando se van de alta, sanos, también”, dice Cuellar Díaz. Yo siempre lloro, y me dicen que debo estar ya adaptada, pero uno nunca lo hace”.

Mizza y Yadelvis comienzan a nombrar niños que han pasado por sus manos; la mayoría de ellos viven, otros no. Hablan de ellos con simpatía y cariño y saben que nada en el mundo se compara con verlos ir recuperados en alguna medida.

Los resultados de la unidad de cuidados intensivos refieren, es fruto de este trabajo en equipo que tienen allí, con el doctor Eddy al frente, al cual dicen, no le conocen una mala cara, siempre presto a ayudar, a colaborar, a pasar horas y horas en el Pediátrico cuando es necesario y quien transmite esos mismos valores a sus residentes.

Ojalá ningún niño tuviera que llegar jamás a la sala de cuidados intensivos del Pepe Portilla, pero si lo hace porque el destino así lo depara, sabrán sus padres que están en buenas manos, para que sus días sean, en medio de la tristeza que provoca un hijo enfermo, más esperanzadores.

8 Mayo 2024 Fuente: Guerrillero/ Portada

Las Tunas. -«Acompañando a crecer» resulta el lema que por estos días enarbolan los profesionales de la Enfermería en la provincia de las Tunas, inmersos en las celebraciones por el Día Internacional de esta labor que en el mundo registra alrededor de 28 millones de hombres y mujeres.

En esta ocasión la Jornada Puertas Abiertas a la Pediatría, en el Hospital Provincial Docente Mártires de Las Tunas, reúne a quienes se forman en las diversas modalidades de estudio, como parte de la educación en el trabajo y con miras a una formación más integral.

Bajo el acompañamiento de docentes de la Universidad de Ciencias Médicas de Las Tunas y experimentados representantes de la Enfermería Pediátrica, los alumnos constatan los procesos asistenciales de más de una veintena de servicios y fortalecen los valores en las ciencias médicas y del ambiente laboral en correspondencia con el personal sanitario cubano.

El estudiante de segundo año Jonathan Ramos Camejo, precisó que considera esta oportunidad importante para el aprendizaje por el aporte de los profesores vinculados de manera directa a los servicios, lo cual ayuda a reforzar los elementos teóricos en la práctica.

Por su parte la Jefa de la Sección provincial de Enfermería, Jhoannys Dieguez Peña, declaró que la implicación de los educandos en los escenarios reales de los procesos de atención de salud favorece el aprendizaje y estimula el amor al trabajo ante el ejercicio responsable de la profesión, considerada alma de los espacios sanitarios.

También destacó que la oportunidad forma parte de un ciclo que inició con las Puertas Abiertas a la Neonatología, con alto impacto en los alumnos ante la trascendencia de su labor y para asumir los retos de estos tiempos en los cuales se potencian los conocimientos científicos y tecnológicos, y las óptimas competencias laborales de la labor.

Actualmente la formación de las diversas opciones de estudio de la carrera de Enfermería experimenta múltiples transformaciones y se abre a escenarios docentes actuales como el consultorio, el policlínico, y los servicios priorizados de la Atención Secundaria de Salud, con el propósito de entregar a la sociedad a un profesional con altos conocimientos científicos y humanos.

24 abril 2024 Fuente: Radio Victoria/ Noticias/ Salud

Entrevista a la enfermera Aida Roble, una apasionada por la Urología, jefa de la sala de esta especialidad, en el Hospital Joaquín Albarrán

Durante varios meses, el Hospital Joaquín Albarrán, conocido popularmente como clínico de 26, se había vuelto un lugar de obligada asistencia para este reportero. La sala de Urología era un sitio donde, en más de una oportunidad, debí de plantar «campamento», pues la salud de mi esposa así lo requería.

Allí, día tras día, fui adentrándome en las dificultades que se viven cuando una instalación hospitalaria debe enfrentar, además de las carencias provocadas por el persistente bloqueo, una amplia reparación, todo ello, sin dejar de prestar servicios.

Lentamente descubrí los seres que habitan bajo la piel de los médicos, personal de Enfermería, y otros muchos más diversos e igual de imprescindibles, formado por pantristas, camilleros, y técnicos en diversas especialidades.

Fue en los días finales de diciembre de 2023 cuando, de improviso, me planté celular en mano frente a Aida Roble Revé. Mujer de figura imponente y carácter firme que guarda en medio del pecho un corazón lleno de amor por la Urología, y hacia los pacientes que tiene bajo su cuidado.

Lejos estaba de imaginar las cartas que, en ese momento, la vida me guardaba, y que han hecho hasta ahora, dejase en reposo el resultado de esa conversación.

Desde que en 1992 Aida comenzara a trabajar como enfermera asistencial en el Clínico de 26, hasta la actualidad muchas han sido las personas que han requerido de sus servicios, contribuyendo a fomentar en ella un amor infinito por la Urología.

Han sido más de 30 años de entrega como enfermera los que desde ese lejano 1992 ha vivido Aida, durante los cuales ha desempeñado diversas funciones, como las de jefa de área, la jefatura de sala de Medicina; jefa de salón de operaciones; hasta volver, tras dos años y medio de misión en Bolivia a ocupar la plaza de jefa de la sala de Urología, cargo que actualmente ocupa y del cual solo se alejó cuando, en medio de la pandemia de la Covid-19, trabajó en un vacunatorio.

Sobre su accionar durante la Covid, refiere que aun cuando el Clínico de 26 no fue escogido para atender esta enfermedad, sí les llegaban muchos casos. A ella, no sabe por qué, al inicio del proceso de vacunación la escogieron para trabajar en el vacunatorio, sitio donde atendió infinidad de pacientes, de lo cual se siente orgullosa.

De esa etapa, le duele la cantidad de personas que fallecieron, muchas amistades suyas, pero se reconforta pensando en las que ayudó a salvar. Por cierto, que, tras haberse puesto las tres dosis de la vacuna, ella misma tuvo Covid, pero no sintió miedo, «estaba consciente que no me iba a pasar nada, pues estaba vacunada y sabía que nuestras vacunas eran buenísimas».

Entre tantas vivencias experimentadas por Aida, surge la interrogante de cuál prefiere, y por qué. Aun cuando cada una de esas funciones le han aportado experiencias vitales para su crecimiento profesional, ella confiesa que prefiere el área abierta al salón, pues en las salas está más en contacto con los pacientes, y siente que puede ayudarlos en todo lo que necesitan, siendo su gran pasión la Urología.

¿Por qué?, es un misterio para ella misma, quien comenta que además de haber trabajado en el salón también lo ha hecho en la sala de Otorrino; en la sala de Medicina, donde se ven todas las especialidades. Pero es Urología la que más le gusta, «Tal vez sea porque desde graduada comencé en este servicio. Lo cierto es que me encanta pasar una sonda, atender al paciente cuando me dice que no puede orinar, y puedo ayudarle. Yo sueño con Urología. Además, los médicos de aquí están muy bien preparados, los veo siempre arriba del paciente, que no dan tregua».

Aida, quien tiene la categoría docente, no solo da clases, como ella explica, los lunes a estudiantes de Medicina de tercer año, y los jueves y viernes a estudiantes de primer año de Enfermería, sino que, aun cuando no lo dice, con su ejemplo todos los días da una cátedra de profesionalidad a sus enfermeros.

Con una personalidad que impresiona, al conocerle más de cerca uno se da cuenta del gran ser humano que habita bajo esa coraza con que se presenta, y que forma parte de su forma de ser. Aida confiesa que a veces las personas dicen que ella tiene un carácter fuerte, aunque, explica, que como jefa tiene que ser fuerte, exigente y comprensiva, pues le gusta que las cosas salgan bien.

A su equipo de enfermeros les inculca que «el objetivo de nosotros es el paciente, ayudarles, cuidarlos, mimarlos. A mí me gusta mucho que el paciente sepa que estoy ahí para él. A mis enfermeros los he adaptado a mi forma de ser. No es que desee que hagan lo que yo quiero, sino que cumplan con lo que está establecido». Aunque ella no lo diga, esto constituye una clase, de esas que solo el ejemplo puede brindar.

El transporte, para ella que vive en el Reparto Primero de Mayo, en Boyeros, es otro tema, uno que le hace gastar a veces hasta 400 pesos, para poder atender a sus pacientes. Pero Aida es de esas personas que no viven de su trabajo, sino para su trabajo, de las que, estando de vacaciones -de lo cual soy testigo- van a la sala si hay algún paciente que esté delicado. Esa es una clase que no se da en ninguna escuela, y que solo quienes tienen alma de ángeles son capaces de enseñar… y de aprender.

19 enero 2024│Fuente: Tribuna │Tomado de │Noticias │Salud