Se otorgó la medalla Carlos J. Finlay como reconocimiento a los logros y esfuerzos significativos en el campo de la medicina y la salud pública en Cuba.

Destacados científicos, investigadores y docentes del ámbito de la salud fueron galardonados este lunes en la 46 edición del Premio Anual de la Salud», así lo expresó José Ángel Portal Miranda, ministro de Salud Pública, en su cuenta de X.

Este reconocimiento es considerado el mayor que concede el Ministerio de Salud Pública (Minsap) a los resultados científicos de quienes «hacen ciencia en Cuba a favor de la salud y de la vida».

Por la obra de toda la vida, les fue otorgado el Premio al Mérito Científico a los doctores en Ciencia Consuelo Milagro Macías Abraham, Roberto José Balmaseda Manen y Pedro Inocente Más Bermejo.

Estos galardonados, según informó el Minsap en su web, no solo son paradigmas para las nuevas generaciones, sino también de manera especial para el Sistema Nacional de Salud.

Se confirió, además, la medalla Carlos J. Finlay a personalidades e instituciones médicas en el país que han realizado importantes contribuciones al desarrollo de la ciencia en beneficio de la humanidad, así como a la preservación y mejora de la salud de la población cubana.

Sus contribuciones son instrumentos valiosos para avanzar en el desafío constante de mejorar la calidad de vida del pueblo cubano, fortaleciendo y consolidando el Sistema Nacional de Salud.

12 marzo  2024|Fuente: Granma| Tomado de | Noticias

La santiaguera Suyén Rodríguez Pérez no solo ve en la ciencia una mera realización personal, sino la manera más altruista de aportar a la Humanidad

Para el Centro de Inmunología Molecular (CIM) contar con los santiagueros Laboratorios de Anticuerpos Monoclonales y Biomodelos Experimentales (LABEX) constituye una fortaleza, no solo por sus loables resultados sino por contar con una verdadera lideresa: la doctora en Ciencias Suyén Rodríguez Pérez.

«Para mí es un privilegio hacer ciencia, creo que hasta inmerecido, porque yo lo único que he hecho ha sido estudiar y trabajar con el impulso de mis padres, de orígenes bastante modestos, y, obviamente, de la Cuba socialista que amo y defiendo», confesó, emocionada, esta mujer que ocupa el cargo de directora de los laboratorios que desarrollan reactivos, productos y servicios para el sistema de salud pública y también destinados a la exportación.

«De LABEX salen todos los hemoclasificadores (que sirven para tipificar los grupos sanguíneos) que se utilizan en Cuba, los reactivos para diagnosticar enfermedades autoinmunes, suplementos y para enfermedades oncológicas en mamas, cuello y pulmón. Por ende, el compromiso es grande y el trabajo intenso».

A las horas de investigación se añaden los diálogos con los colegas, la identificación de problemas e incluso «la visita a pacientes que se benefician con nuestros productos y preguntan sobre los medicamentos, sus contraindicaciones y qué hacer para evitar o vencer el cáncer».

Suyén también afirma recibir el apoyo de sus vecinos -la familia más cercana- para desempeñar sus labores y que en «Palma Soriano, junto a Fernando González Llort, Yaney León Morales y Luis Marino Portuondo Ramírez, estoy, en mi condición de diputada, haciendo por este noble pueblo que demuestra cuánto respaldo tiene la Revolución en su gente más humilde».

11 de febrero 2024| Fuente: Granma| Tomado de | Noticias| Salud

Finlay enunció por primera vez, el 18 de febrero de 1881, ante la V Conferencia Sanitaria Internacional de Washington, su teoría del contagio de la fiebre amarilla, a través de la existencia de un agente biológico intermedio, capaz de transmitir esa dolencia de un individuo enfermo a otro sano

Hijo de padre escocés y madre francesa, Carlos Juan Finlay Barrés, el más universal de los científicos cubanos, nació el 3 de diciembre de 1833 en Puerto Príncipe, actual ciudad de Camagüey, hace 190 años.

Médico de profesión, Finlay enunció por primera vez, el 18 de febrero de 1881, ante la V Conferencia Sanitaria Internacional de Washington, su teoría del contagio de la fiebre amarilla, a través de la existencia de un agente biológico intermedio, capaz de transmitir esa dolencia de un individuo enfermo a otro sano.

Ese revolucionario planteamiento constituyó su más grande aporte a la ciencia médica mundial, al representar una ruptura radical con las concepciones epidemiológicas prevalecientes hasta entonces, según las cuales las dolencias solo podían diseminarse por contacto directo entre las personas o debido a la influencia de un factor ambiental.

Seis meses después, en una sesión de la Real Academia de Ciencias Médicas, Físicas y Naturales de La Habana, celebrada el 14 de agosto de 1881 (fue elegido Miembro de Número de esa institución, en 1872, y en 1895 Miembro de Mérito), el sabio cubano esbozó la hipótesis de que el agente transmisor debía ser un mosquito, probablemente la hembra de la especie hoy denominada Aedes aegypti.

Así, Finlay no solo identificó al vector transmisor de esa enfermedad, también fundamentó y demostró un nuevo modo de propagación de las enfermedades no enunciado hasta ese momento.

Tuvo también la genialidad de diseñar y proponer las recomendaciones higiénicas destinadas a la eliminación del mosquito, deviniendo así en precursor de la lucha antivectorial.

Pasaron casi 20 años años para que sus postulados relacionados con la prevención de la fiebre amarilla fueran sometidos a prueba por el Gobierno interventor estadounidense, en 1901.

Basadas en las recomendaciones de Finlay, en ese propio año La Habana se vio envuelta en una masiva batida contra el insecto, cuya acción fundamental radicaba en destruir las larvas en los propios criaderos localizados en acumulaciones de agua estancada.

Con la instauración de la República, el 20 de mayo de 1902, es nombrado Jefe Superior de Sa­nidad, y confeccionó el primer código sanitario que tuvo nuestro país.

Dispuso, de manera obligatoria, la vacunación contra la viruela, y abogó por crear mecanismos capaces de garantizar el saneamiento sistemático de la vía pública. Prohibió, de igual modo, los baños en determinadas áreas del litoral habanero, al considerar que las aguas estaban contaminadas.

Al igual que su padre, Finlay fue un reconocido oftalmólogo. En el ejercicio de esa especialidad describió un nuevo método quirúrgico para la extracción de cataratas, y diseñó un dispositivo capaz de atenuar la brillantez de la luz natural en los pacientes operados, así como un efectivo vendaje ocular.

Hizo diferentes investigaciones sobre el cólera en La Habana, logrando corroborar que la mayor incidencia de pacientes se concentraba en las áreas más cercanas a la Zanja Real.

Como aparece reseñado en el libro Historia de la ciencia y la tecnología en Cuba, de un colectivo de autores encabezados por el fallecido doctor Pedro Marino Pruna, entre 1905 y 1915 (año en que falleció, el día 20 de agosto), Finlay fue propuesto en varias ocasiones al Premio Nobel de Medicina y Fisiología, único cubano conocido en el orden individual que haya sido candidato a merecer tan alta distinción en reiteradas oportunidades, pero no se le concedió.

Si bien hubo intentos malintencionados de silenciar su monumental obra o arrebatarle, incluso, la paternidad de la teoría del mosquito como transmisor de la fiebre amarilla, el XII Congreso de Historia de la Medicina, celebrado en Roma, en 1954, ratificó que solo a Carlos Juan Finlay le corresponde el mérito de haber logrado tan significativo descubrimiento.

Para rendir permanente homenaje a Finlay en la fecha de su natalicio, a propuesta de la delegación cubana, los participantes en el IV Congreso de la Asociación Médica Panamericana, efectuado en la ciudad de Dallas, Estados Unidos, en marzo de 1933, aprobaron por unanimidad instituir, con carácter permanente, el 3 de diciembre, como Día de la Medicina Americana.

Después del triunfo de la Revolución, en Cuba la efeméride pasó a ser el Día de la Medicina Latinoamericana y del Trabajador de la Salud.

5 diciembre 2023 | Fuente: Granma| Tomado de |Noticias| Cuba