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Nuestra flora medicinal es muy rica y diversa. No podía ser de otra forma, toda vez que vivimos en un archipiélago tropical donde las plantas medicinales literalmente están en todas los rincones de nuestra geografía. Por supuesto, existe un amplio uso por la población de estos recursos, algo que nos llega desde diferentes tradiciones. Siempre recordar que aquí nuestros propios aborígenes, los conquistadores españoles, los esclavos africanos y otros inmigrantes como los chinos culíes, contribuyeron con sus propias costumbres y saberes a la forma en que los cubanos de hoy empleamos las plantas medicinales para el cuidado de nuestra salud.
Hay que tener en cuenta que de las once modalidades terapéuticas que se regulan como Medicina Natural y Tradicional en Cuba, la fitoterapia es la más usada, según los registros del Sistema de Información Estadística Complementario de Salud y de acuerdo a los datos la Encuesta Nacional de Salud 2018-2019. La prescripción de este tipo de tratamientos representa aproximadamente el 70% de las indicaciones de Medicina Natural y Tradicional por nuestros médicos, mientras que se reportó en la referida encuesta su empleo por el 61.6% de la población.
Siendo tan amplia la utilización de las plantas medicinales, es necesario tener en cuenta que se haga de forma apropiada y segura. En tal sentido, un elemento obligatorio a considerar es el del empleo de la especie correcta, algo que no siempre sucede.
Por motivos a veces poco evidentes, en nuestro país se identifican algunas plantas con el nombre vernáculo o vulgar de otras que pueden incluso no estar presentes en Cuba. Con el cambio del nombre, se extrapolan también las propiedades medicinales de una a la otra y esto no necesariamente es correcto. Siempre debemos tener la certeza de que el espécimen vegetal que consumimos es útil para el fin que lo vamos a emplear, así como que su uso es seguro.
Les comparto ahora un ejemplo de esas confusiones y lo que dice la ciencia de las propiedades farmacológicas de estas dos plantas.
Arnica montana y Dianthera secunda
Arnica montana, el árnica, es una especie de la familia de las asteráceas. Es originaria de Europa central y meridional, aunque también está presente en Asia y América del Norte, en las montañas y suelos ácidos. Dianthera secunda o Justicia secunda, llamada árnica en Cuba e insulina en otros países, pertenece a la familia de las acantáceas. Su área de distribución nativa se extiende por el sur del Caribe, especialmente en las Antillas Menores y en América Central y del Sur, desde Panamá hasta Brasil y Ecuador. Ambas especies son de familias botánicas y entornos geográficos diferentes, con requerimientos distintos para su cultivo adecuado.
El Arnica montana es una planta bien estudiada. En su monografía de la Cooperativa Científica Europea sobre Fitoterapia, editada en 2019, se reconoce su uso externo para tratar hematomas, esguinces e inflamaciones causadas por picaduras de insectos; gingivitis y úlceras aftosas; afecciones reumáticas y dolores musculares. Su empleo no se sustenta solo en información etnomédica, sino que se dispone de datos provenientes de ensayos clínicos controlados que avalan estos usos.
Por otro lado la Dianthera secunda, conocida en Cuba como árnica, también es identificada por los nombres de yerba de la sangre, sangre de Cristo, tapón, árnica, chicota, yerba tosferina, tilo mexicano, insulina, entre otros. Según un artículo publicado por un equipo de investigadoras espirituanas en el año 2021 en la Revista Cubana de Plantas Medicinales, en nuestro país “…se utiliza para elaborar un remedio de uso popular muy efectivo para los dolores osteomioarticulares”. También plantean que esta planta no aparece registrada en la literatura florística referencial cubana, lo que evidencia que es una especie exótica invasora con cualidades de establecimiento persistente y agresivo tras el cultivo.
En dicho artículo se comenta que la utilización medicinal popular descrita en la literatura abarca su uso en el tratamiento de la hipertensión arterial, la litiasis renal, la sepsis urinaria, las enfermedades de la próstata y los miomas uterinos, para controlar los niveles de ácido úrico en sangre, para trastornos glicémicos, así como para calmar el escozor provocado por picaduras de insectos, el sarpullido o la varicela. También se emplea como tratamiento para diversos tipos de anemia, en baños y bebidas contra la mordedura de las serpientes, como expectorante, como sedante nervioso y son conocidas sus propiedades antiparasitarias, antibacterianas, antifúngicas, antiinflamatorias, cicatrizante y hemostáticas.
Una búsqueda en Google Académico, sin limitar fecha, arroja solamente 37 referencias para la combinación de los descriptores “Dianthera secunda” y “clinical trial” contra 4 860 en caso de “Arnica montana” y “clinical trial”. De esta forma, es innegable que el respaldo científico que tiene el uso de Arnica montana resulta muy superior al de Dianthera secunda. Siendo especies diferentes, las indicaciones, contraindicaciones, dosis y posibles efectos adversos asociados a cada planta han de ser también diferentes. No pocas veces se mezcla esta información, toda vez que las personas identifican ambas por el mismo nombre, pero la única disponible en Cuba es la Dianthera secunda.
Así entonces, aunque podrían ser las dos utilizadas en el tratamiento de dolores e inflamaciones, Arnica montana cuenta con un mayor respaldo de evidencias. En todo caso, el uso de Dianthera secunda se sustenta fundamentalmente en la información etnomédica disponible y tiene además otros beneficios aparentes que no han sido demostrados para el árnica, como es el hecho de que puede contribuir a controlar los niveles de azúcar en la sangre. Lo importante, para este y otros casos, es saber qué planta utilizamos, ya sea directamente el material vegetal o alguna formulación farmacéutica que podamos tener a mano. Vale ser consciente de la importancia del tema, para hacer de este modo un uso adecuado de las plantas medicinales en el cuidado de nuestra salud… ¡desde lo natural!
25 marzo 2025 Fuente: Cubadebate/ Noticias/ Desde lo Natural
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El Allium sativum o ajo, especie vegetal de largo uso con fines culinarios y medicinales, es una planta de la familia de las liliáceas pero que actualmente se ubica en la de las amarilidáceas. De ella se emplea fundamentalmente el bulbo, que es blanco, redondo y de olor fuerte. El ajo procede del centro y sur de Asia, desde donde se propagó al área mediterránea y de ahí al resto del mundo. Existen evidencias de que su cultivo por el hombre data de miles de años, en antiguas civilizaciones como la india y la egipcia. A finales del siglo XV los españoles lo introdujeron en el continente americano.
Por su amplio uso y acciones farmacológicas demostradas, el bulbo de ajo fue incluido en el primer volumen de las ‘Monografías de plantas medicinales de la OMS’. En este texto se le registran las siguientes indicaciones:
- Usos respaldados por datos clínicos: Como coadyuvante del manejo dietético en el tratamiento de la hiperlipidemia y en la prevención de cambios vasculares ateroscleróticos dependientes de la edad. Puede ser útil en el tratamiento de la hipertensión leve.
- Usos descritos en farmacopeas y en sistemas tradicionales de medicina: En el tratamiento de infecciones respiratorias y del tracto urinario, tiña y afecciones reumáticas, como carminativo en el tratamiento de la dispepsia.
- Usos descritos en la medicina popular, no respaldados por datos experimentales o clínicos: Como afrodisíaco, antipirético, diurético, emenagogo, expectorante, sedante, antiasmático, para tratar la bronquitis y para promover el crecimiento del cabello.
De acuerdo con este texto, el uso medicinal del bulbo de ajo se contraindica en pacientes con alergia conocida a la planta, aunque su nivel de seguridad se respalda por el uso mundial que tiene la planta como condimento. De cualquier manera, se advierte que el consumo de grandes cantidades de ajo puede aumentar el riesgo de sangrado posoperatorio y se recomienda alertar a los pacientes que reciben terapia con warfarina u otros anticoagulantes que el ajo y sus formulaciones farmacéuticas derivadas pueden aumentar el riesgo de sangramiento. Al respecto se ha informado que los tiempos de coagulación sanguínea se duplican en quienes toman warfarina y suplementos de ajo.
Las principales reacciones adversas asociadas a su uso, ya sea en su forma natural o las formulaciones farmacéuticas derivadas, son las alergias ocasionales, entre ellas las dermatitis de contacto y los ataques asmáticos. Se plantea que quienes son sensibles al ajo también son susceptibles de serlo a la cebolla o al tulipán. La ingestión con el estómago vacío de los bulbos frescos, los extractos o el aceite de esta planta puede ocasionalmente causar acidez estomacal, náuseas, vómitos y diarrea. El olor a ajo en el aliento y la piel es con frecuencia perceptible, motivo por lo que a veces se le hace rechazo a su consumo.
Estudios desarrollados en nuestro país apuntan al ajo y sus fitofármacos entre los de mayor número de reportes de reacciones adversas según datos del sistema cubano de farmacovigilancia. Por ello, siempre es importante ajustarse a las cantidades y formas de consumo recomendadas cuando de usos medicinales se trata. En este sentido, el modo de consumo del ajo varía en correspondencia con sus diferentes formas de presentación. En el caso del bulbo fresco, la dosis diaria es de entre dos y cinco gramos, lo cual equivale más o menos a entre uno y dos dientes y medio. Es preferible su ingestión con alimentos, para prevenir así la aparición de molestias gastrointestinales.
Nuevas evidencias sobre el ajo
El primer volumen de las ‘Monografías de plantas medicinales de la OMS’ fue publicado en 1999. En los últimos 25 años se han ido acumulando otras evidencias a favor del uso del ajo, con diferentes niveles de recomendación en correspondencia con la fortaleza de los estudios.
Algunas referencias obligadas son:
- Farmacopea Vegetal Caribeña (tercera edición, 2013): Avala su uso contra la fiebre, los parásitos intestinales, la pesadez gástrica, las náuseas y las flatulencias, para lo cual se recomienda preparar una decocción con entre uno y dos dientes y medio de ajo fresco, dejando hervir la masa vegetal en recipiente tapado por 10 minutos con una taza de agua, equivalente a 250 mililitros. Luego esta decocción se deja enfriar, se filtra y se bebe una taza 3 veces al día.
También refiere el valor de la especie contra afecciones cutáneas, prurito, candidiasis, dolor de muela y dolor de oído. En estos casos se debe pelar y lavar adecuadamente entre uno y dos dientes y medio de ajo fresco, los que se machacan y se aplican sobre la zona afectada dos veces al día.
- Monografía de la Agencia Europea de Medicamentos (actualizada en 2016): Refiere el empleo de los bulbos de ajo en la prevención de la ateroesclerosis y para el tratamiento de los síntomas del resfriado común, sobre la base del uso tradicional documentado.
En estos dos textos se plantea, indistintamente, que se debe suspender su consumo siete días antes de una cirugía o una intervención odontológica. También se le atribuye la posibilidad de causar gastroenteritis y provocar reflujo esofágico. Además, se contraindica su empleo con fines medicinales en el hipertiroidismo, en la inflamación gástrica aguda o crónica y cuando hay marcada irritación o inflamación de otras mucosas. Por último, se señala que tampoco se recomienda su empleo en personas bajo tratamiento hipoglucemiante, anticolesterolémico o antiinflamatorio no esteroideo (ibuprofeno, naproxeno), entre otros.
En no pocas revistas biomédicas se han publicado recientemente artículos donde se reportan al menos resultados promisorios con el ajo para la prevención y como terapia coadyuvante del cáncer colorrectal. También acerca de su impacto en el abordaje del hígado graso no alcohólico, en enfermedades metabólicas como la diabetes y se tienen evidencias experimentales de que puede contribuir a regular el ciclo menstrual, el equilibrio hormonal de la mujer, mejorar la fertilidad y contribuir al tratamiento de algunos trastornos reproductivos. En todos estos casos, se trata solo de resultados preliminares, los que en muchas ocasiones no coinciden con un uso tradicional y deben ser mejor investigados.
De esta forma el ajo es un condimento largamente conocido y una planta medicinal que impacta en el manejo de no pocas enfermedades. Tomando en cuenta la alta prevalencia de hipertensión arterial en la población cubana, sería importante considerar su consumo en forma de bulbos frescos o los fitofármacos que con este vegetal se elaboran. Igual, sabemos que tiene otras aplicaciones. Sin dudas, Allium sativum es útil, y podría serlo todavía más, para cuidar nuestra salud… ¡desde lo natural!
Fuente: Cubadebate/ Noticias/ Salud desde lo natural