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Cuando al bisoño doctor Carlos Ramón Aguilar Fonseca lo mandaron a trabajar a la comunidad serrana de El Diamante, en el municipio de Guisa, no imaginó que en ese paraje de la geografía granmense encontraría motivaciones nuevas para amar más su profesión y entender, cabalmente, cuánto de entrega y sacrificio implica la labor de un médico.
Una vivencia similar ha tenido la joven doctora Claudia Milanés Lago, quien –en menos de un año de trabajo asistencial en el asentamiento rural de La Guanábana, perteneciente al municipio de Media Luna– ha tenido que vencer su miedo a montar a caballo, cruzar ríos crecidos, realizar procederes de urgencia que solo había visto en libros, o asistir a una embarazada a término.
Carlos y Claudia no se conocen. Pero ambos desafían sus miedos, vencen escollos insospechados y dignifican, con su empeño, el servicio de Salud en esas zonas rurales.
Crecerse
De todas las anécdotas que ya atesora en su memoria el doctor Carlos Ramón, hay una que ha marcado su labor asistencial en la montaña, pues a solo un día de su llegada a El Diamante, tuvo su «estreno» en la comunidad con una urgencia médica, que lo hizo recorrer varios kilómetros a pie, en medio de la madrugada.
«Recuerdo que me llamaron sobre las dos o tres de la mañana, y solo me dijeron: “Juan se ha puesto malito”. Se trataba de un paciente de 62 años, con dificultades motoras y epiléptico, que esa noche había sufrido una crisis y los familiares no tenían medicamentos a la mano para tratar los estatus convulsivos.
«Salí con un vecino del lugar y debemos haber caminado unos tres o cuatro kilómetros, en los que tuvimos que cruzar el río y atravesar algunos cafetales para acortar el camino. Allí, luego de atender al paciente y lograr estabilizarlo, vi el amanecer entre charlas y tasas de café».
La doctora Claudia también ha vivido experiencias estremecedoras en La Guanábana. No le han faltado las urgencias para crecerse como galena.
«Cuando comencé a trabajar en esa comunidad rural había hecho muy pocos procederes de enfermería, y solo durante la carrera. Sin embargo, con las intensas lluvias que afectaron a la provincia el pasado mes de junio, tuve que asistir a un anciano que llegó en la madrugada con un globo vesical, y había que pasarle una sonda.
«Ese día tuve que crecerme y realizar el procedimiento porque, con las lluvias, no era posible llevarlo hasta donde había una enfermera, pero todo salió bien. La gratitud del abuelito y la de sus familiares fue, en ese momento, un regalo para mí.
«En otra ocasión tuve que asistir también a una gestante de la comunidad serrana de Cinco Palmas (ubicada en la Sierra Maestra, y cerca de La Guanábana), que vivía lejos de la carretera y del consultorio. Con la ayuda de la enfermera, tuve que atenderla en el portal de una vivienda, darle los primeros auxilios y ponerle hidratación, hasta que llegó la ambulancia.
«Aquella paciente –que en otras ocasiones había perdido sus embarazos– me permitió ayudarla a escoger el nombre de su futuro bebé. Hoy los dos se encuentran muy bien de salud».
Vencer los escollos
La labor asistencial de un médico en zonas rurales y de montaña no es una faena sencilla. Bien lo saben estos dos jóvenes galenos (Carlos y Claudia), quienes han tenido que lidiar con la falta de transporte para llegar a sitios intrincados, la insuficiente disponibilidad de insumos o las limitaciones de medicamentos.
«En medio de las complejidades que está enfrentando el país, la labor nuestra también se afecta, pero creo que lo que nos corresponde es, con lo que tenemos, darles la mejor atención médica a nuestros pacientes y pobladores, y que se haga notar que hay un médico en la zona», apunta el doctor Carlos Ramón Aguilar.
«También el paciente debe tener la certeza de que puede contar con ese médico a la hora que sea. Por eso nosotros no tenemos horario, porque una urgencia médica nunca puede esperar. Y si se hace, además, con abnegación, amor y respeto, al final uno logra, en ocasiones, hasta sacarle una sonrisa a ese paciente, en medio de su dolor», subraya.
La doctora Claudia Milanés también pondera la importancia que tiene el apoyo de la comunidad a los médicos en esas zonas rurales, pues son sus propios pobladores los que integran los grupos comunitarios que agilizan el traslado de algún paciente hacia centros de Salud en las cabeceras municipales, o viabilizan la llegada de los galenos hasta las casas de pacientes encamados, entre otras acciones.
«La atención que uno brinda como médico en una comunidad rural es primordial para esa población, pues de cierta forma sus habitantes se sienten protegidos cuando saben que en el consultorio hay un médico o una doctora.
«Y si bien es cierto que nos golpea la falta de transporte y de algunos recursos, también hay que reconocer que, sin el apoyo de la comunidad, nuestro trabajo sería mucho más difícil, pues no solo te acogen como a una hija, sino que ayudan a aliviar dolores, con el empleo de la medicina natural», apunta la galena.
El mayor premio
Para Claudia no hay mejor satisfacción en su labor diaria como doctora, que la gratitud de una madre, después de ver recuperado a su bebé, o la sonrisa del abuelito «al que le pasas la mano y le dices que todo va a estar bien».
Carlos disfruta de ese cariño proverbial que ya le profesan sus pacientes. «Un día me tomo un café aquí, otro día me brindan almuerzo allá, y así fluye la relación con la comunidad, que es ya como mi otra familia».
Eso, dicen ambos, es el mayor premio que pueden recibir.
9 diciembre 2023|Fuente: Granma| Tomado de |Noticia | Cuba