Después de un año y medio de confinamiento por la covid-19 ni Kevin, ni Adianez, ni Irania son los mismos. No por haber padecido la enfermedad, sino por la madurez que han alcanzado tras su participación en tareas de impacto social durante estos meses.

Después de más de un año y medio de confinamiento por la COVID-19, ni Kevin ni Adianez ni Irania son los mismos. No por haber padecido la enfermedad, sino por la madurez que han alcanzado tras su participación en tareas de impacto social durante estos meses.

«Cuando me enteré de que estaban abiertos los centros de aislamiento me fui a la Federación (de Mujeres Cubanas) y me indicaron que fuera al centro de aislamiento Leonor Pérez, en Boyeros. Primero entré de limpieza. Salí 15 días y volví a entrar, esta vez como mensajero. Ya la tercera vez fue como jefe de turno, era el que les repartía los implementos a los otros trabajadores, el que organizaba el trabajo, veía si alguno tenía alguna queja y si lo podía ayudar».

Estas no fueron las únicas experiencias de Kevin Olivera Díaz, estudiante de 12mo. grado del instituto preuniversitario Eduardo García Delgado, del municipio de Boyeros. También estuvo «en la escuela de Arte, (después) me fui para el Complejo 26 de Julio en la escuela de Deportes, donde estaba de gastronómico. Allí trabajé dos veces más hasta que cerró, y luego empecé a trabajar en Solidaridad con Panamá».

–¿Qué te dijeron tus padres en ese momento?

–Mi papá me respaldó. Era una labor que iba a hacer para ayudar a la Revolución, estábamos en una etapa difícil. Hacía falta gente para poder trabajar y a mí me tocó apoyar. Incluso, él trabajó conmigo en eso.

–¿Qué aprendiste en esos lugares?

–Que hay que tener mucha responsabilidad. Hay que ser responsable en el trabajo, porque un fallo o un error puede perjudicar a muchas vidas y más que son niños los que están allí dentro.

LA DETERMINACIÓN DE LOS REVOLUCIONARIOS

Adianez González García es la secretaria de la Unión de Jóvenes Comunistas del preuniversitario de Boyeros. Cuando se interrumpió el curso escolar por primera vez, se presentó en el puesto de mando de la zona donde residía, y le asignaron diferentes tareas, desde llevarles la comida de los saf (Sistema de Atención a la Familia) a los abuelitos, atender sus quejas, cuidar las colas, hasta atender patios y parcelas.

También estuvo en la atención a las comunidades complejas, pero recuerda, especialmente, la convocatoria ante las provocaciones del 11 de julio y la respuesta a esos actos vandálicos en el municipio de Diez de Octubre.

SIN DEJAR DE SER ESTUDIANTES

A fuerza de sacrificio personal, Irania Hernández Echeverría –lo mismo que sus compañeros– combinó su participación en las tareas de impacto con las teleclases.

Mientras estaba en la organización de las colas en la tienda La Cordial, en Santiago de Las Vegas, anotando en las libretas y repartiendo tickets, «una vecina me las grababa».

Cada cual encontró su propio método para seguir los contenidos que se transmitían por la televisión. Para Kevin, la mejor variante era levantarse bien temprano, hacerlo todo en las primeras horas, grabar el contenido y «por la noche, con calma, me ponía a verlas». Para Adianez, era más factible ir a casa de una compañera de aula: «iba a su casa los fines de semana, cuando tenía tiempo, y copiaba las teleclases de la semana completa».

Con varias semanas por delante para concluir el 12mo. grado y presentarse a los exámenes de ingreso, las aspiraciones de estudios universitarios están bien definidas: Adianez quiere estudiar Licenciatura en Derecho; Kevin, Ingeniería Química; Irania ya está en el aula pedagógica para estudiar Historia.

El 4 de octubre, a primera hora de la mañana, estos jóvenes recibieron un reconocimiento por su actitud en las tareas de impacto social. Y luego, al aula. Ya adquirieron «carácter, personalidad, responsabilidad».

noviembre 05/2021 (Granma)

Comments

Comments are closed.

Name (required)

Email (required)

Web

Speak your mind