«Nos educaron para salvar vidas pero que alguien te diga que si tiene que morir prefiere que sea en las manos de un médico cubano…es muy comprometedor y al escucharlo te hace sentir responsable por la existencia de quien confía en ti. Por eso cuando me hablas que si me siento querido en Mozambique. La respuesta es Sí».

Son las palabras del Dr. Henry López Jiménez, quien comanda la brigada cubana que presta sus servicios de salud en esas tierras africanas.

Por más de cuatro décadas, Cuba ha estado en la patria de Samora Machel, padre de la independencia de esa nación, amigo entrañable del Comandante en Jefe Fidel Castro, protagonista de historias de solidaridad que hoy tienen continuidad en la labor de más de 300 cooperantes de la mayor de las Antillas que laboran en 9 de las diez provincias que conforman ese país.

«El impacto del ejercito de batas blancas de Cuba ha sido fuerte…más de 8 mil cubanos han participado en esta misión que ha contribuido a un mejor acceso al sistema de salud mozambiqueño en 48 años. La realización de más de 15 millones de consultas, cerca de un millón de cirugías, partos, vidas salvadas. El decrecimiento de la tasa de Mortalidad Infantil, la introducción por primera vez de la ozonoterapia, la utilización del Heberprot- P para la ulcera del pie diabético, la contribución a la formación del personal de salud».

«El médico cubano es reconocido y ello está mediado por la amistad entre los dos pueblos. El médico cubano examina, toca, habla, previene. Su reconocimiento social pasa por su profesionalidad demostrada. Muchos prefieren atenderse con los galenos de Cuba. En este país hay una alta tasa de natalidad. Y ahí está la labor de nuestros neonatologos y obstetras que lo diga la doctora Rosa, quien puede contar miles de historias porque en Mozambique las familias son numerosas y tener 4,5 y 6 hijos es cotidiano».

La Dra. Rosa María López Fajardo de la provincia Granma, bayamesa, está al tanto de la conversación que sostenemos en vivo desde el programa Ventana Rebelde con el doctor Henry, quien comanda la brigada médica.

Ella me asegura que en Mozambique gustan de tener muchas crianzas. Yo he tenido, me asegura, 29 partos en un turno de 12 horas de trabajo y entre ellos 9 cesáreas. Son jornadas intensas en la que escuchas por todas partes: “doctora, doctora, doctora”. Ellos sienten el calor humano de la medicina cubana. En situaciones de stress, luego de un parto escuchar gracias gracias, gracias… es reconfortante. No te olvides que trabajo en un hospital provincial y es normal 17 partos en un turno de trabajo”. La escucho entre asombro y orgullo y pienso entonces en una cifra pública que por estos días recorre las redes sociales: De las manos de los médicos cubanos han nacido en el mundo 5 millones de niños

Ahí está incluida la Doctora Rosa, quien se siente orgullosa de su profesión y me cuenta que en verdad cuando joven quería ser abogada, periodista; pero su madre, anhelaba que ella fuera doctora

Hoy si volviera a nacer, elegiría estudiar medicina y seria obstetra.

Una anécdota…

Hace unos días estaba en el salón en medio de un parto difícil, demorado. Me acompañaba un equipo de enfermeras mozambiqueñas muy bien preparadas. En un momento pensé que no podría sacar al niño. La madre casi no tenia fuerzas. Había pasado mucho tiempo…pero con el esfuerzo, la sabiduría lo logramos. ¡Cuando yo lo sentí venir… Respiré y grité…! ¡Está vivo! Viva la madre, vivo el bebé. Y eso te reconforta”.

La galena Rosa María ha cumplido varias misiones de salud en diferentes partes del mundo. La labor individual es significativa pero el compromiso es con Cuba “porque cuando pase el tiempo la gente dirá te acuerdas de aquella doctora. No es mi nombre, me asegura, es Cuba y eso es sagrado”.

A estas declaraciones quiero agregar las palabras de la nefróloga Yulia González y del neurocirujano Maykel García, quien envía a sus colegas en Granma un mensaje claro:

Estar preparados, insistir en ponderar las competencias profesionales para enfrentar las realidades que no vemos en Cuba. El mensaje es de auto preparación constante para dejar nuestra huella.

La galena Yulia asegura que la misión es una experiencia única donde te creces como persona.

A principio tuve miedo, me dice, miedo venir a un país en África, miedo a dejar a mis padres, miedo por no poder estar el primer día de clases de mi hija en la universidad, miedo de perder momentos importantes en la vida de la familia. Hoy me siento querida por mis pacientes…su amor y agradecimiento me reconfortan. Dra no se vaya, Dra no nos deje, Dra no nos olvide. Eso no imaginé que pasaría.

El brazo humanitario de Cuba es hoy una realidad en Mozambique y en muchas otras partes del universo donde el ejército de batas blancas en pleno siglo XXI protagoniza una proeza de salud y un bastión de esperanza.

14 Abril 2025 Fuente: Radio Rebelde/ Noticias/ Salud

El doctor José Hernández ha sido Vanguardia Nacional durante trece años. Ha sido condecorado con la Orden Lázaro Peña de tercer grado –impùesta por el presidente de la República Miguel Díaz-Canel-, las Distinciones por la Educación Cubana y la Manuel “Piti” Fajardo; la Medalla Jesús Menéndez; el Premio Armando Carnot Veulens y es Hijo Ilustre de Unión de Reyes y Adoptivo de Matanzas.

Aquella noche de febrero de 1980, entrando la madrugada, el doctor José Hernández Hernández se dio cuenta por qué lo habían mandado para un policlínico en Manguito si en su municipio, Unión de Reyes, había plaza de médico cuando él se graduó.

Aquella niña, de apenas un año, al borde de la muerte en sus brazos, le dio la razón que no había comprendido hasta el momento. Y aunque no se habían cumplido sus primeros cuatro meses de haberse recibido como médico, sin experiencia alguna, sus manos y sus pulmones salvaron aquella vida que se iba.

Por un instante llegó a pensar en lo inútil de su propósito. La pequeña Yanorkis Pino se había electrocutado por accidente y tenía un paro cardiorrespiratorio. No quedaba más remedio que darle respiración boca a boca y masajes en su corazón infantil.

Han pasado muchos años y esa sigue siendo su experiencia de vida, inolvidable. Ese día se hizo médico y pediatra a la vez, y entonces agradeció a Dios estar de guardia aquella madrugada en el policlínico de un pobladito de Calimete llamado Manguito, alejado de su hogar. Tal como él lo vivió, fue una encomienda divina.

“Mi fe me ha ayudado mucho, por eso siempre he tratado de defenderla”.

Bermejas-San Antonio de Cabezas 

Todo empezó en Bermejas, cuando Fredesvinda, la partera del pueblo, recibió en la casa a un hermoso niño rubio de ocho libras y cuarto. Pasó su infancia vistiéndose y jugando a ser médico porque su tía, que era costurera, le hacía baticas blancas. Entonces, estaba escrito, sería el primer galeno de su familia.

Y así mismo fue. Desde que estaba en tercer año de la carrera fue el médico de su comunidad. Hasta ahora, cuando no reside permanentemente en su hogar familiar, lo siguen buscando allí desde diversos lugares.

¡Y qué esfuerzo para estudiar! Una afección en cadera lo obligó a intervenirse quirúrgicamente y lo mantuvo seis meses en cama. Así terminó la secundaria básica Abel Santamaría, en San Antonio de Cabezas, y empezó el pre-universitario José Luis Dubrocq, en Matanzas. Fue el segundo en el escalafón para coger Medicina en ese centro.

En Manguito prestó servicio durante dos años y llegó a dirigir su policlínico. En Unión de Reyes fue director del policlínico y de la Dirección municipal de Salud Pública. Así, hasta que en 1987 terminó la especialidad en Pediatría y se mantuvo hasta 1992 en la terapia intensiva del hospital yumurino Eliseo Noel Caamaño, por su entrenamiento en esta especialidad.

Pero Jose, como lo llaman con cariño amigos y allegados, tiene un vínculo (¿de sangre?) muy fuerte con el retazo de tierra que lo vio nacer y retorna a sus orígenes. Así le pasa a muchos lugareños. (Pienso ahora en el caricaturista y pintor Manuel Hernández y en el dramaturgo Ulises Rodríguez Febles, y en lo que representa para ellos el Valle de Guamacaro limonareño.)

Es entonces que crea y funda el proyecto de comunidades saludables en la atención primaria de Salud en los poblados Cabezas-Bermeja.

“La salud es un todo bio-psico-social. Por eso, todos los organismos del territorio tenían protagonismo, Comercio, con las bodegas y las tiendas; el correo; la telefonía…, en fin, era toda la comunidad luchando por la salud de sus pobladores. Con el proyecto se empoderó a la gente, aunque el liderazgo del sector de la Salud fue fundamental.

“Ingresábamos a los enfermos en sus hogares, al cuidado del Médico y la Enfermera de la Familia, que acudían a las casas a atender a los pacientes”.

Jose recorrió toda Cuba con el proyecto, lo presentó en México y en ocho ciudades de los Estados Unidos, invitado por el City Team de San José, California, que llevaba a cabo un trabajo con grupos vulnerables vinculados a las drogas. El proyecto Cabezas-Bermeja duró diez años.

Al otro lado del teléfono, siempre hay alguien disponible

En su período al frente del PAMI –Programa de Atención Materno-Infantil– en la provincia, se obtuvo la tasa de mortalidad infantil más baja de la historia en Matanzas: 3,8 por cada mil nacidos vivos.

En el 2017 el doctor José Hernández Hernández retorna al Pediátrico matancero, esta vez como director.

“Fue una etapa difícil, de renovación del sistema de trabajo. Se rescató el protagonismo del hospital, con logros significativos”.

Le pregunto cómo fue enfrentar una pandemia tan contagiosa como la covid-19 en un hospital de niños. Y cómo fue dirigir y organizar recursos humanos y materiales, a la vez de tratar de salvar vidas, desde tres sedes diferentes en medio de la mayor oleada de la pandemia.

“Pasamos noches y madrugadas que pensábamos que el hospital colapsaba. Se habilitaron camas en diferentes lugares de la ciudad y enseguida eran insuficientes. De 208 camas con que cuenta el Pediátrico, llegamos a habilitar 914 en centros anexos y otras 120 para pacientes no covid. Fueron mil 034 camas en instituciones distantes: hotel Canimao, Ciencias Médicas, Politécnico 27 de Noviembre y el Seminario Evangélico, además de nuestro hospital.

“Y todos esos pacientes fueron atendidos por nuestro propio personal, que se creció. Mi equipo de trabajo me hizo sentirme orgulloso. Gracias a ese ahínco tuvimos un solo fallecido por covid. Todo ese desvelo y sacrificio nos hizo merecedores en el 2021 de la Bandera de Proeza Laboral”.

Una interrogante surge sola. Quiero saber qué le fue más difícil, cumplir misiones internacionalistas en África, con el panorama de salud de ese continente, o dirigir el Pediátrico en plena pandemia y, sin pensarlo, me contestó:

“El enfrentamiento a la pandemia fue impactante, superior a la epidemia de dengue hemorrágico, que la viví recién graduado, y a las dos misiones internacionalistas en África. No tiene comparación”.

Él mismo fue uno de esos tantos enfermos de covid-19 que tuvo la provincia.

Sé que los médicos y el personal de Enfermería no terminan nunca de trabajar. Cuando llegan a sus casas siempre hay alguien que los necesita. Eso es algo que admiro de Jose: siempre está al otro lado del teléfono solicito, presto a escucharte y socorrerte. Me consta. En él se unen talento científico, desprendimiento humano y un sacerdocio probado hacia su profesión.

Y porque lo conozco desde que éramos estudiantes y sé lo buen pediatra que es, entrenado además en Cuidados Intensivos, llegué a entrevistarlo con la duda de si en algún momento había lamentado dirigir y por esa obligación haber dejado de ejercer su especialidad.

Pero, enseguida me di cuenta de lo que me había dicho:

“Compatibilicé mi función de director con mi ejercicio de pediatra. Siempre vi esa función como más asistencial”.

Cuando llegué adonde se encontraba lo esperaban seis personas, entre ellas, padres que querían que él viera a sus hijos. Jose sigue siendo aquel pediatra servicial y preocupado, convencido de que su función primaria es la asistencia médica.

Le pido que –apartándonos de la covid- me hable de su etapa en el Pediátrico, de logros del hospital infantil en los últimos años, de niños salvados milagrosamente.

Se refiere a un paciente con un síndrome multisistémico post-covid que lograron salvar y a una niña, con una tumoración en el mediastino –un quiste broncógeno-, que el equipo de cirugía del centro asistencial logró intervenir.

De nuevo en febrero…

Y ciertamente, su fe le vuelve a dar pruebas al médico de que cada uno está en el lugar indicado.

Alrededor de las 12:00 de la noche del 13 de febrero último, el doctor José Hernández esperaba a un colega en la Terminal 3 del Aeropuerto Internacional José Martí, en La Habana. Ante sus ojos, apenas a seis metros, una joven se desploma y casi cae al piso.

Momento de incertidumbre para muchos, pero no para el facultativo, ahora con más de cuatro décadas de experiencia. Con rapidez, sobre un banco rígido, inició la reanimación cardiopulmonar de la joven, que después supo llegaba de Cancún…

Boca a boca, masaje cardiaco externo, inicialmente sólo y después apoyado por el abuelo de la paciente…, así hasta que su corazón arrancó. Naomi, así se llama la joven, aún respirando con dificultad y cianosis, es llevada en camilla hasta el Puesto Médico del aeropuerto. 

“Después de un tiempo brindándole auxilio, la cianosis desapareció y ya Naomi, consciente, me devolvió una sonrisa cuando le dije que volvió a nacer en su Cuba. Le dije que en febrero de hace muchos años tuve que atender a una pequeña niña con una situación similar a la de ella… Me despedí de su madre Guadalupe, de su abuelo y de otros funcionarios del aeropuerto, me sentía feliz, muy feliz por haber salvado una vez más otra vida.

“La dejé con sus pupilas reactivas y consciente, en manos del equipo del SIUM que fue localizado, dispuesto a trasladarla a otra institución”.

Muchas coincidencias permitieron que el doctor José Hernández estuviera allí para luchar por la vida de aquella desconocida. Decidió dar el viaje, no planificado, cuatro horas antes; llegó al aeropuerto a las 10 y 30 de la noche y la persona que esperaba pudo haber salido entre los primeros, pero se demoraron sus trámites y salió al unísono con esta joven, quien antes de desfallecer chocó con el carro del equipaje de la persona a quien él esperaba… 

“Si la persona con quien iba a encontrarme hubiese salido antes, yo no hubiese estado allí para devolver a la vida a Naomi… Gracias, mi Dios, por escogerme de nuevo en este febrero del 2025 para asistir este evento de parada cardiorrespiratoria en las afueras de un aeropuerto”.

Jose, el médico, el pediatra

Jose dirigió el Hospital Pediátrico matancero Eliseo Noel Caamaño del 2017 al 2023 y fue sub-director de Salud Pública en Matanzas del 2023 hasta principios de este año. Actualmente es Jefe del Grupo provincial de Pediatría y profesor consultante de la instalación hospitalaria infantil.

El doctor José Hernández Hernández ha sido Vanguardia Nacional durante trece años. Ha sido condecorado con la Orden Lázaro Peña de tercer grado –impùesta por el presidente de la República Miguel Díaz-Canel-, las Distinciones por la Educación Cubana y la Manuel “Piti” Fajardo; la Medalla Jesús Menéndez; el Premio Armando Carnot Veulens y es Hijo Ilustre de Unión de Reyes y Adoptivo de Matanzas.

Casi me marcho. Aún esperan por él otras personas. La tarde y mi visita se han dilatado. Me preocupa el tiempo que le he robado. Cuando empiezo a guardar, me acuerdo de la primera vez que nos vimos. Entonces éramos unos adolescentes que asistíamos a las aulas del Instituto Pre-universitario José Luis Dubrocq, de Matanzas. Y Jose, como ya he dicho, andaba en muletas.

Ya de pie, le pregunto: ¿Alguna vez imaginaste tu vida tal como la has vivido? Me mira y tarda algo en contestarme.

“Trabajo ocho, nueve y hasta doce horas diarias. Soy una simple hormiguita. Mi propia vida, el curso de mi vida, lo que yo soy, es la gloria que a través de mí vaya para mi Dios. Él me ha guiado, me ha dado salud, fuerzas y sabiduría”.

15 Abril 2025 Fuente: Radio 26/ Noticias/ Salud

abril 16, 2025 | Arlenes Tamayo Osorio | Filed under: Calidad en los servicios, Cuba, De la prensa cubana, médicos cubanos, Salud, Salud Pública | Etiquetas: , , |

El Ministerio de Salud Pública de Cuba (Minsap) agradeció hoy al Gobierno de la República Bolivariana de Venezuela un donativo de 90 mil dosis de la vacuna duple bacteriana para proteger contra la difteria y el tétanos.

Ambas enfermedades fueron eliminadas en la mayor de las Antillas y dicho inmunizante forma parte del esquema establecido en el Programa Nacional, administrada a los niños que cursan el primer grado de escolaridad en todo el país.

“La solidaridad entre nuestros pueblos se fortalece cada día más, ante la hostilidad del imperialismo y el cruel bloqueo que nos impone el gobierno de los Estados Unidos”, escribió el Minsap en su sitio web oficial.

Ratifica la nota de la entidad sanitaria que la “alianza entre Cuba y Venezuela ha sido un ejemplo destacado de cooperación internacional, basada en principios de solidaridad, hermandad y complementariedad”.

La organización y funcionamiento del Programa Nacional de Inmunización en Cuba, mediante la vacunación sistemática y sostenida en el tiempo, permitió la eliminación de seis enfermedades inmunoprevenibles: poliomielitis (1962), difteria (1979), sarampión (1993), rubéola (1995), parotiditis (1995) y tosferina (1997).

Además contribuyó a erradicar cuatro complicaciones o formas graves de la meningitis tuberculosa (1962), el tétanos neonatal (1972), la meningitis postparotiditis (1989) y síndrome de rubéola congénita (1989).

11 Abril 2025 Fuente: Radio Habana Cuba/ Noticias/ Salud