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Esta es una historia de amor. Por donde quiera que se cuente, por donde quiera que se mire y escriba, esta es una gran historia de amor. Una historia que narra la fortaleza de Daibelis, la victoria sobre la muerte, que muestra cuánto una madre se puede aferrar a la vida para estar junto a sus hijos.
Es la historia que habla de cómo se entregan sin horarios ni días los médicos por salvar a una mujer, de cuánto sacrifican para devolver la esperanza a una familia, incluso, cuando aparentemente se les cierran todos los caminos y se les quiebra el ánimo y el espíritu.
Los primeros días de la angustia
Desde octubre, Daibelis Veloz López estuvo ingresada, tal y como establece el protocolo para los embarazos gemelares. A sus 20 semanas de gestación, entendió que lo más importante era cuidar de su salud y de la de Dairon y Darío, dos pequeños que llegarían el seis de febrero, para alegría suya y de su esposo Adriel Llamazares, a sabiendas de que era un gran desafío.
Luego de hacer una preeclampsia, se decidió proceder con una cesárea en la que hubo dificultades para que el útero se contrajera. Tampoco desaparecieron en los días posteriores algunas manchas de sangre, algo normal, pero que evidentemente eran la antesala de lo que vendría después.
La joven, de apenas 26 años, estuvo cerca de 15 días en el hospital provincial Abel Santamaría, pues uno de los pequeños había aspirado líquido meconial durante la cesárea y permaneció en el servicio de Neonatología hasta estar en perfecto estado.
Con sus dos niños en brazos se fue a su casa en la comunidad conocida como Loma del Ganso, en el consejo popular Vizcaíno. Justo a los tres días, Daibelis tuvo un sangramiento temprano en la mañana que no se podía controlar. Usaron almohadillas, sábanas, toallas, colchas, parecía no tener fin.
“Salimos en el carro y solo recuerdo que mi esposo me decía: ‘¡Ábreme los ojos, ábreme los ojos!’”. Su hermana Dailyn Veloz hilvana la historia: “La ambulancia nos interceptó por el camino y aquí en el hospital nos estaba esperando un equipo médico”, rememora.
“Estaban los ginecólogos, el personal del Banco de Sangre y los de Laboratorio y Radiología, bajaron, además, los intensivistas. Le hicieron complementarios y empezaron a transfundirla. Al examinarla le extraían abundantes coágulos. Le colgaban entre siete y ocho sueros, no sabría decir ya. Luego de la revisión de cavidad, el sangramiento se controló y pasó a la sala de cuidados perinatales por cuatro días, cuando volvió a sangrar.
“Se hizo otra revisión y al tercer día el sangramiento fue ya incontrolable. Se llevó a Terapia intensiva pensando en histerectomizar y poner punto final a aquella situación que podía costarle la vida”, refiere la hermana, quien no se ha separado de ella ni un minuto en los últimos tres meses.
“Sin embargo, una vez realizada la intervención volvió a sangrar. No paraba, la “empaquetaban” con compresas, volvía al salón, y entre las 24 y 48 horas ya estaba con sangramiento. Todo el tiempo se mantuvo grave”, cuenta ahora Dailyn, como si recordara la peor de las pesadillas.
El desvelo de los médicos
Daibelis le quitó el sueño a todos los especialistas que integran la comisión que atiende a la materna grave en Pinar del Río. Hasta hoy no existe un diagnóstico certero para su condición.
Si bien hay sospechas de una enfermedad que afecta la coagulación, no se ha podido comprobar, pues habrá que esperar entre seis meses y un año para que pueda someterse a investigaciones, pues los hemocomponentes que se le administraron durante la gravedad modificarían los resultados.
Cerca de 21 transfusiones al día llegó a utilizar. Una cifra que garantizó el Banco de Sangre, gracias también a amigos, familiares y hasta desconocidos que donaron voluntariamente. Para ellos, aunque Daibelis no sepa sus nombres, va su agradecimiento.
A la atención por parte de los ginecobstetras Ciro Manuel Suárez, Lázaro Ortiz, Jorge Luis Villate y Miguel Alexis González se sumó el cirujano Juan Carlos Delgado para reforzar el equipo, así como el doctor Laureano Peña, jefe del Bloque Materno. A su lado permanecía invariablemente el equipo de intensivistas, tanto médicos como enfermeros.
La joven doctora Amanda de la Caridad Arencibia Piloto, especialista de Primer Grado en Medicina Intensiva y Emergencias, tiene en su mente muy fresco el momento en el que dejó la UCI para bajar a evaluar a una materna en la sala MI. Confirma exactamente la historia que narra la familia.
“Decidimos trasladarla para el servicio, pensando, inicialmente, en histerectomizar y que el sangrado se debiera a una sepsis”, explica la doctora.
Una vez que se discute el caso en colectivo, se procede con la operación. Sangraba por los drenajes, y a medida que pasaban las horas se fue poniendo taquicárdica, la hemoglobina bajó, se inestabilizó en sus signos vitales, por lo que se decide operar de urgencia. Se encuentra abundante sangramiento activo en la pared abdominal que se extendía al interior de la cavidad, comenta la doctora Yudith Bolaños Pérez, también especialista del servicio.
“Le hacíamos seguimiento por ultrasonido, y se le detecta nuevamente sangre en la pared abdominal 48 horas después. Ahí empezamos con las teorías de hacer tratamientos con fajas y otras medidas de compresión externas.
“Dada la complejidad del caso se consultaron a especialistas del Programa de Atención Materno Infantil a nivel nacional y del Instituto de Hematología, que facilitaron medicamentos de última generación para fomentar la coagulación, señala.
Los días pasaban. La familia de Daibelis no perdía las esperanzas, aunque ella se derrumbara cada vez que se veía sangrar y tenía que volver al salón de operaciones.
Las medidas de compresión externas empezaban a dar resultados. La herida que aún persiste en su abdomen deberá cerrar con muchos cuidados, por segunda intención”, explica la doctora Bolaños Pérez.
Enfatiza la doctora Arencibia Piloto que todo el tiempo se trabajó en equipo. No prima el criterio de un solo médico, sino que se concilian las decisiones. Tenemos grupos de WhatsApp en los que se compartían revisiones bibliográficas, literatura actualizada, creo que nunca habíamos leído tanto sobre coagulación. Inluso, se tuvieron en cuenta los apuntes de médicos intensivistas de otras instituciones.
Para la doctora Yudithc Bolaños, este no fue un caso sencillo: “Nos ha marcado mucho, jamás habíamos tenido una paciente así, con un sangrado que no pudiéramos controlar. Y sin dudas fue un desafío médico y psicológico, porque Daibelis es una muchacha que vivió toda su enfermedad. Apenas estuvo intubada una noche, el resto del tiempo estaba al corriente de lo que iba pasando.
“Y tenía mucho miedo, pero es fuerte. Nosotros también debíamos estar ahí para ella, pero los casos así te invaden de tal manera, que llegas a la casa y tu familia te pregunta por la materna. Llamas al hospital aunque no estés de guardia; incluso, al ser trasladada para la sala seguimos visitándola, lo cual no es una práctica común”, relata la doctora, ahora visiblemente emocionada.
“Yo lloraba mucho, todo el tiempo, pensaba que no iba a ver de nuevo a mis jimaguas, pero debo agradecer a la vida por ponerme en las manos de médicos y enfermeros tan dedicados. Hubo días en los que el doctor Ernesto Rodríguez, jefe del servicio de Medicina Intensiva, no había llegado a su casa de posguardia y ya estaba regresando, me trató como si fuera una hija.
“Prácticamente todo el hospital estuvo pendiente de mí: el psicólogo Bernardo Hernández me ayudó muchísimo, las transfusionistas, los anestesiólogos, los radiólogos y los cardiólogos.
“Por otra parte, está la familia. Esta situación nos unió más, mi papá no se despegó del hospital, mis primos, mi hermana y su esposo que han sido una bendición; mi mamá Dalia Rosa López, mi suegra que se hizo cargo de los niños y los tiene impecables, y mi esposo, quien no ha tenido un minuto de sosiego”, expresa Daibelis con una gratitud que estremece.
La alegría de vivir
Hace más de una semana está en casa con sus pequeños. No puede aún cargarlos. Su herida, por tantas operaciones, no se pudo afrontar ante el peligro que suponía lacerar nuevamente los tejidos, cerrará en un periodo aproximado a los seis meses.
Hasta entonces deberá ser disciplinada, cumplir con todas las indicaciones y recomendaciones de los médicos, y en un futuro cercano, estudiar su condición.
Está feliz de mantenerse ya cerca de Dairon y de Darío, en la tranquilidad del hogar, bajo el cariño de los suyos, aunque extrañe cada mañana las manos firmes de quienes la salvaron.
El milagro de la vida se dio en esta ocasión, como ocurre otras tantas veces, de forma anónima, gracias a aquellos que se desvelan por cuidar a una madre para que regrese junto a su hijo.
Esta es una historia de amor, de Daibelis por sus muchachos, de su familia por ella, y como siempre de los médicos por la vida.
2 Junio 2025 Fuente: Cubadebate/ Noticias/ Salud
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En una tarde llena de emociones, Lesyanis López Castellano, madre agradecida, recuerda el arduo camino que recorrió junto a su hijo Mateo Pérez López. Este pequeño tuvo que enfrentar, desde muy temprana edad, una operación compleja para corregir una malformación mediante una tecnología especializada en falo.
La experiencia comenzó con una situación de riesgo, que derivó en complicaciones, que obligaron a Mateo a pasar un prolongado tiempo en la terapia intensiva del Hospital William Soler en La Habana.
Durante esos momentos críticos, la incertidumbre y el miedo se vieron contrarrestados por la dedicación incansable de un equipo sanitario humano y comprometido.
Médicos pediatras, cirujanos, cardiólogos, enfermeras y el personal de rehabilitación, se aliaron para cuidar de Mateo “con un profesionalismo y una calidez que sobrepasan lo técnico”, expresó la madre.
Con visible emoción y gratitud cuenta: “Cada jornada en la unidad de intensiva fue un recordatorio del poder del compromiso y la vocación de los especialistas, y cada avance, por pequeño que parecía, se convirtió en un triunfo para mi familia”.
Y es que gracias a las manos expertas y a una inquebrantable empatía, Mateo superó los momentos tristes, y hoy, ha recuperado la vitalidad y la alegría propias de su edad; hace todas las actividades de un niño normal, disfrutando de la vida con la esperanza renovada de un futuro feliz.
La transformación de Mateo es, para Lesyanis, más que un éxito de protocolos médico: es un renacer que le permite mirar hacia el mañana, con la certeza de que el amor y el profesionalismo de la medicina cubana pueden hacer milagros.
Con el corazón henchido de agradecimiento, la joven dedica estas palabras a todos aquellos que estuvieron involucrados en la recuperación de su hijo:
“Estoy profundamente agradecida a cada médico, enfermera, especialista y miembro del personal de Salud, por el inestimable apoyo brindado. Ustedes no solo salvaron la vida de mi hijo, sino que me devolvieron la fe en la humanidad y en el poder sanador del cuidado profesional. Mi eterna gratitud es para cada uno de ustedes.”
«Esta es la historia de una familia que, en medio de la adversidad, encontró en la entrega y la pasión del equipo médico del Hospital William Soler, una luz de esperanza y alivio».
La dedicación de estos héroes cotidianos ha dejado una huella imborrable en sus vidas, demostrando que la labor de la salud pública cubana es, en esencia, una obra de amor y compromiso con la vida.
29 Marzo 2025 Fuente: Minsap/ Noticias/ Salud