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En 1948 se esparcía por diferentes medios una noticia trascendental: la recuperación de un niño que padecía una enfermedad muy grave e incurable hasta ese momento.
En el verano de 1948 se esparcía rápidamente por diferentes medios una noticia trascendental: la sorprendente recuperación de un niño llamado Peter que padecía una enfermedad muy grave e incurable hasta ese momento. El pequeño —ingresado en el hospital Clatterbridge, en Inglaterra— tenía diagnóstico de meningitis tuberculosa y había sido uno de los primeros pacientes en el mundo que recibía un «milagroso» antibiótico.
Tal alborozo hallaba sus raíces en la historia de una enfermedad que nos acompaña desde los albores de la humanidad. También conocida como «tisis», «consunción», «la peste blanca» —era frecuente ver a los pacientes con una piel muy pálida— o «la capitana de la muerte», la tuberculosis era una afección altamente contagiosa, incurable y generalmente causaba la muerte después de décadas de tormento. Los pacientes sucumbían luego de adelgazar, quedar exhaustos y haber expulsado sangre cada vez que tosían.
Durante siglos la comprensión y el tratamiento de este mal pudo ser visto como una cuartilla en blanco, hasta que aparecieron tres importantes hitos: el descubrimiento por Robert Koch, en 1882, del agente causal; la creación de la primera vacuna efectiva (vacuna BCG) por los bacteriólogos Albert Calmette y Camille Guérin en 1921; y el hallazgo de la estreptomicina en 1943: el primer antibiótico antituberculoso.
Aún en los tiempos actuales, en muchas publicaciones se le adjudica a Selman Abraham Waksman la autoría del descubrimiento de la estreptomicina. Pero la verdadera historia de este hallazgo recae en un sencillo estudiante de posgrado, despojado del merecido crédito durante muchos años.
Albert Schatz
En el año 1920 nació en Norwich, Connecticut, EE. UU., Albert Israel Schatz, en el seno de una humilde familia de inmigrantes (rusos e ingleses) dedicados al trabajo rural. Siguiendo la tradición familiar, quería ser agricultor y por eso se graduó, en 1942, de Microbiología de los suelos en la Universidad de Rutgers, Nueva Jersey. Rápidamente se vinculó con el departamento de Microbiología de los suelos en el mismo centro de altos estudios como estudiante de posgrado.
Desde allí, Albert indagó sobre posibles antibióticos producidos por bacterias presentes en la tierra. Posiblemente lo motivó la ausencia de tratamientos efectivos para muchas enfermedades infecciosas, como la tuberculosis.
Con este apremio aisló y estudió diversos microrganismos llamados antinomicetos y su capacidad de producir sustancias contra ciertas bacterias.
Después de un breve tiempo de servicio como microbiólogo en el Ejército durante la Segunda Guerra Mundial, se reincorporó en 1943 a su actividad científica en la Universidad de Rutgers. En cierto momento le motivó, además, la búsqueda de un antibiótico para tratar la tuberculosis. Para ello trabajó con una cepa muy virulenta del bacilo tuberculoso y en tan solo tres meses logró un resultado añorado por muchos.
Según se recoge en las notas realizadas por Schatz durante su investigación, el 19 de octubre de 1943 fue el día del descubrimiento del primer antibiótico antituberculoso. Posteriormente se conoció como estreptomicina por derivarse de una bacteria conocida como Streptomycesgriseus.
No había antecedentes de que un estudiante de posgrado haya sido el autor principal de tres publicaciones que informan sobre un descubrimiento tan importante. Schatz había hecho este develamiento en un pequeño y apartado local en el que prácticamente vivía las 24 horas, ubicado en el sótano de uno de los edificios del campus. Su tutor, el Dr. Waksman, había desaprobado inicialmente esa investigación y jamás visitó a Schatz por pavor a contraer la tuberculosis.
Engaños y oportunismo
No era la primera vez que en el campo de la Medicina las ambiciones económicas y la pretensión por conseguir una quimérica reputación o celebridad se atravesaban en el noble camino de las ciencias.
Del Dr. Waksman se dice que no era una persona pretenciosa; que, aunque era exigente, se mostraba comprensivo y sabio con sus discípulos. Pero su actuar ético cambió tras los extraordinarios resultados de Albert Schatz.
Mientras Schatz trabajaba las 24 horas del día en la producción de estreptomicina para efectuar pruebas clínicas, Waksman empezó a dar conferencias sobre este antimicrobiano y promovió la idea de que el descubrimiento era solo suyo. Al final, todos creyeron en él y por eso se le dio el crédito de la invención del primer antibiótico antituberculoso.
Lo más lamentable fue que al joven de Norwich se le privó de todo reconocimiento y beneficios económicos. Su tutor, con un actuar deshonesto, empezó a tener beneficios: desde dinero por regalías de la patente del fármaco, hasta inmerecidos reconocimientos de quienes se curaban con la estreptomicina.
Los reclamos del verdadero descubridor de la estreptomicina encontraron titánicas barreras. Recordemos que eran tiempos del «macartismo», en el que muchos no se arriesgaban a apoyarlo. Por esta razón, le cerraron las puertas en muchos lugares y se vio obligado a emigrar a Chile junto con su familia.
El 12 de diciembre de 1952 se perpetraba, además, otra injusticia: Waksman recibía el Premio Nobel por el descubrimiento de la estreptomicina y era considerado como uno de los mayores benefactores para la humanidad. En el discurso de aceptación del Nobel, el «agraviador» nunca hizo alusión a Schatz.
La contribución de Schatz al campo de los antibióticos podría haber pasado desapercibida si no hubiera sido por una investigación realizada en 1991 en la Universidad Rutgers liderada por Milton Wainwright, quien quedó desconcertado con lo develado: ¿Por qué nunca había oído sobre Albert Schatz?
Fue así que se restituía el honor de Schatz tras reconocerse la injusticia cometida con él, un joven pobre consagrado a una investigación que llevó al descubrimiento de la estreptomicina. Sin embargo, la herida continuó abierta, pues el ultraje no fue totalmente subsanado y nunca hubo rectificación por parte de la Academia Nobel.
7 diciembre 2023|Fuente: Juventud Rebelde | Tomado de |Noticias| Suplemento en la Red
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A la par del ejercicio tradicional hipocrático, quienes apuestan por servir desde la Medicina deben comprometerse también con la investigación. Con ello le ofrecerán al mundo nuevas visiones sobre problemáticas que requieren propuestas de soluciones o ser enriquecida.
Querer ser médico es, ante todo, una decisión valiente. Por las venas debe correr la vocación y el respeto hacia una noble profesión, de esas que son necesarias de día y de noche, sin importar idiomas o ideologías. Brindar la asistencia requerida es un deber, y la bata blanca se convierte en más que un símbolo.
La actitud ante la vida cambia de dimensión una vez que se ha elegido luchar por la de los demás bajo cualquier circunstancia. La mano extendida, el abrazo apretado, la sonrisa de agradecimiento se convierten en los grandes premios cuando se ve a una madre cargar a su bebé, a un anciano caminar después de un accidente o un adolescente recuperar la alegría.
Sin embargo, a la par del ejercicio tradicional hipocrático, quienes apuestan por servir desde la Medicina deben comprometerse también con la investigación. Con ello garantizarán una calidad mayor de su atención y le ofrecerán al mundo nuevas visiones sobre problemáticas que requieren propuestas de soluciones o ser enriquecidas.
Entre los jóvenes galenos cubanos pueden encontrarse numerosos estudios que apuntan hacia un mejor futuro de la salud. Hoy compartimos la experiencia de uno de ellos, que evidencia la magnitud que puede tomar lo que, desde su silla de consulta, una vez fue una pregunta.
Un espacio para crecer
Justo el día que defendía su tesis de fin de la especialidad en Medicina General Integral, el pinareño Lázaro Pablo Linares dialogó con esta reportera sobre su proyecto de investigación, con el cual aspira a incorporarse al programa de formación doctoral.
Para concluir la especialidad diseñó y ejecutó una intervención educativa que tiene como objetivo mejorar el control de la presión arterial en hipertensos.
Su tema parte de una problemática sanitaria puntual, y es el elevado porcentaje de hipertensos descompensados constatado en su área, «cuyos niveles de presión no se acercaban a los indicados por la Organización Mundial de la Salud y los indicadores nacionales, que son los recomendables para que el paciente no tenga el riesgo de padecer un evento cardiovascular, una enfermedad coronaria, renal u otras complicaciones», precisó.
«La muestra para la investigación la integraron 140 pacientes de mi consultorio, de diferentes edades, sexo, posición económica».
Este es un estudio no observacional (intervención-acción), longitudinal prospectivo, desarrollado entre 2021 y 2023, que tuvo tres etapas, en las que se vincularon métodos teóricos y prácticos, la primera de ellas fue la revisión documental, la segunda correspondió a la evaluación clínica y paraclínica, y la tercera a la aplicación de instrumentos, lo cual permitió la obtención de la información necesaria.
Tras concluir el trabajo con la muestra seleccionada y realizar charlas educativas al respecto con este grupo, se evidenció que las modificaciones reportadas sobre el control de la presión, el nivel de conocimientos y la adherencia farmacológica no se correspondían con lo deseado.
¿Resultados esperados?
Lázaro Pablo refiere que «en la investigación no hay resultados buenos ni malos. Son los resultados que hay, y sobre ellos hay que trabajar», apunta. Para el doctorado, dijo, será necesario aplicar modificaciones sobre las brechas detectadas.
Al referirse al empleo de la investigación educativa en la resolución de problemáticas asociadas directamente con la Salud, este doctor señala en su tesis que, por medio de las intervenciones educativas, se observa la importancia de la transmisión de conocimientos a pacientes o individuos vulnerables o en situación de riesgo.
Es este un proceso que permite modificar conductas a través de estrategias y enfocadas en un plan de mejoras.
A sus 28 años y como autor de varias publicaciones en revistas científicas que abordan temáticas tan complejas en la Cuba de hoy como la calidad de vida en el personal sanitario de la Atención Primaria, con una muestra seleccionada en Pinar del Río, Lázaro Pablo no piensa abandonar la asistencia.
«Desde primer año fui alumno ayudante de Neurocirugía, y me concebía en un salón, pero cuando llegué a quinto año se implementó la verticalización. Solo había dos opciones: hacer el sexto año en el internado rotatorio o hacer el vertical.
«Ambas opciones tenían sus pros y sus contras; evalué las situaciones y vi que el interés era hacer el internado rotatorio, o sea, pasar el sexto año repasando todas esas especialidades que dimos durante la carrera, por ejemplo, Medicina interna, Cirugía, Ginecología…».
Alumno más integral de su graduación en 2020, este joven asegura: «Las especialidades que más me gustaban eran las quirúrgicas. La clínica sé que es la base de las medicinas, pero no me atraía tanto. No obstante, en aquel momento dije, voy a hacer Medicina General Integral y no me arrepiento. Creo que es la mejor decisión que he tomado en mi vida.
Este galeno explica que las especialidades quirúrgicas requieren de años de práctica para ganar en el desarrollo de habilidades. «Creo que ya no tengo ese tiempo, pero una segunda especialidad que siempre me ha llamado la atención es Bioestadísticas. Como limitante tiene que solo se estudia en La Habana y está regulada».
Para Lázaro Pablo es esencial que los jóvenes médicos y estudiantes de Medicina se interesen por la investigación, más entiende que primero es necesario que se incentiven por la profesión, que no la abandonen, y que se visualicen como médicos dentro de 20 años.
«Otro aspecto relevante es que en la universidad nos enseñen a investigar. Asignaturas como Metodología tienen que estar más aterrizadas a las líneas y necesidades de investigación reales que tenemos».
Integrante del equipo editorial de la Revista de la Universidad de Ciencias Médicas de Pinar del Río desde que concluyó el segundo año de la carrera, el joven asegura que cada día dedica un tiempo a estos asuntos, y para ello recibe el apoyo incondicional de su familia, la que ha creado las condiciones para ello.
Sueña con que llegue hasta los consultorios la informatización de la sociedad. «El médico se ahorraría la mitad del papeleo y la documentación, la Medicina va a mejorar entonces porque sería solo enfocarse en ver al paciente».
Solo una duda lo asalta. «¿Por qué no puede tener una categoría como investigador que no sea la de aspirante hasta cinco años después de graduado, aun cuando reúna los requisitos de idiomas, participación en eventos y publicaciones científicas?
«Es ilógico que me pueda presentar al programa de formación doctoral en Medicina, incluso desde la etapa de residencia, y no pueda aspirar a esa categoría».
Según su criterio, es preciso seguir trabajando en que los jóvenes se interesen más por la ciencia, que logren hacer maestrías y doctorados, que se superen en el posgrado, pues ello impactaría también en la asistencia. Es este un tema que, asegura, en el sector de la Salud debe tener un mayor impulso.
7 diciembre 2023|Fuente: Juventud Rebelde | Tomado de |Noticias| Suplementos en Red
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Camagüey, Cuba. – Integrantes de la Junta de Acreditación Nacional evalúan esta semana las carreras de Medicina y Estomatología en la Universidad de Ciencias Médicas de Camagüey, con el fin de reacreditar la calidad de ambas especialidades.
Según explicó la doctora Luisa Matos Mosqueda, miembro del Comité Técnico Evaluador, entre los aspectos a verificar están la pertenencia e impacto, el desempeño de profesores y estudiantes, la infraestructura, y la gestión curricular.
El equipo de evaluadores está integrado fundamentalmente por profesores de Ciego de Ávila, Las Tunas, Holguín y del territorio agramontino, quienes este jueves emitirán el informe final.
Durante el recibimiento este lunes, la doctora Tamara Chaos Correa, rectora de la Universidad de Ciencias Médicas de Camagüey, resaltó la trayectoria de ese colectivo, que desde el pasado año ostenta la Orden Carlos J. Finlay.
30 noviembre 2023 | Fuente: Radio Reloj | Tomado de Noticias | Salud