Nov
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El número de personas en riesgo de morir bajo el efecto del calor extremo puede quintuplicarse en las próximas décadas, alertan expertos internacionales en un informe publicado el miércoles.
«La salud de la humanidad está en grave peligro», aseguran los autores de la edición 2023 de este documento de referencia publicado cada año por la revista médica The Lancet.
El trabajo afirma que un escenario de calentamiento de 2 ºC respecto a la era preindustrial para final de siglo, las muertes vinculadas al calor pueden multiplicarse por 4,7 de cara a 2050.
El informe aparece a pocas semanas del inicio el 30 de noviembre la cumbre de la ONU sobre el clima, la COP28 de Dubái, que por primera vez contará con una jornada dedicada a la salud.
El análisis señala que, de media, los habitantes del mundo estuvieron expuestos a 86 días de temperaturas potencialmente mortales en 2022.
También indica que el número de personas mayores a 65 años fallecidas a causa del calor aumentó un 85% entre los periodos de 1991-200 y de 2013-2022.
Según estimaciones, 2023 será el año más cálido registrado en la historia de la humanidad.
«Los efectos observados actualmente pueden no ser más que un síntoma precoz de un futuro muy peligroso», dijo a los periodistas Marina Romanello, directora ejecutiva del informe.
En su estudio, los expertos apuntan que el calor es solamente uno de los factores climáticos que pueden contribuir al aumento de mortalidad.
Alrededor de 520 millones de personas suplementarias se encontrarán en situación de inseguridad alimentaria moderada o grave de ahora hasta la mitad del siglo, según sus proyecciones.
Y las enfermedades infecciosas propagadas por mosquitos se continuarán expandiendo. La transmisión del dengue, por ejemplo, puede subir un 36%.
Ante estos múltiples impactos, más de un cuarto de las ciudades estudiadas por los investigadores puede ver sus sistemas de salud desbordados.
El secretario general de la ONU, Antonio Guterres, dijo a raíz de este informe que «la humanidad se enfrenta a un futuro insoportable».
«Vemos ya la catástrofe para la salud y la vida de miles de millones de humanos en el mundo, puesta en peligro por calores récord, sequías devastadoras por las cosechas, hambrunas crecientes, brotes de enfermedades infecciosas, tormentas e inundaciones mortíferas», afirmó en un comunicado.
16 noviembre 2023|Fuente: Cubasi.cu| Tomado de Noticias| Ciencia y Tecnología
Nov
14
Los desastres naturales forman parte de la dinámica del planeta, un sitio en el cual se hace difícil la convivencia en la medida en que el impacto del hombre se torna más erosivo. En el año 2023 se registraron temperaturas récord en todo el mundo y en lo que queda del mes de octubre aún no existe una estabilidad en cuanto al clima.
Todo ello genera no solo eventos, sino consecuencias como derrumbes, cosechas que no prosperan, alimentos perdidos en medio del marasmo de las lluvias o de la sequía. La humanidad, definitivamente, no está preparada, puesto que ya no hay niveles de predictibilidad en torno a cómo se comporta nuestro hogar mayor.
La Tierra solía ser un sistema que se autorregulaba a partir de un equilibrio entre las especies y los elementos naturales, pero los procesos industriales han interrumpido tales contrapesos. Hay que estar conscientes de que, como nación pequeña, Cuba no puede detener esta erosión, sino trabajar en su entorno para lograr una minimización de los efectos de los desastres.
Es bueno, por ende, que se hagan estudios de vulnerabilidad en torno a los ecosistemas y se trace una política sobre el papel que los seres humanos desempeñamos en la preservación o no de los elementos ambientales. También porque vivimos en medio de edificios o de zonas rurales, y en uno y otro escenario, hay riesgos para nosotros derivados del cambio climático.
Por ejemplo, las costas pueden ser presas las penetraciones del mar, el avance de la línea acuática en relación con la tierra y, por ende, la pérdida de las playas, la desaparición de especies que generan equilibrio y las enfermedades que se reproducen cuando ello ocurre.
La proliferación de insectos está relacionada con una rotura en la cadena alimenticia, ya que otros animales que los consumen no están presentes. Y por ahí hay todo un mundo de elementos a estudiar, los cuales generan una certeza de los niveles de exposición al cambio climático.
Cuba ya no es la tierra que se encontró el almirante, quien dijo que se podía caminar de una punta a la otra debajo de la sombra de los árboles, de hecho, se dice que atravesamos varios periodos en los cuales pasamos de un clima selvático a uno de sabana, en el cual quedaron afectados los ciclos de lluvias y la crecida de los ríos. Eso hay que tenerlo en cuenta, analizarlo como parte de la historicidad de una nación.
Pero no basta con que se diga y se coloque en la agenda de todos los medios. Para que haya un cambio en lo que se refiere a la vida de las personas tiene que ocurrir un acto mayor de respeto hacia el medio ambiente. La cooperación sur-sur entre las naciones que no poseen recursos y que deben desarrollarse es una clave esencial. Al respecto, la Organización Mundial de la Salud, entregaba en 2017 el Premio Memorial Lee Jong-wook al Contigente Internacional Henry Reeve, en reconocimiento al trabajo frente a desastres naturales y epidemias graves, sobre todo por su papel en la lucha contra el ébola en África. También desde el Caribe se impulsan convenios para enfrentar las afectaciones del cambio climático como huracanes y aumento del nivel del mar. En estos participa Cuba, por ejemplo, con iniciaticas como el Manejo de Riesgo en el Caribe, ha facilitado la transferencia de conocimientos hacia Jamaica, Trinidad y Tobago, República Dominicana, Islas Vírgenes Británicas y Guayana para adaptar el modelo cubano de reducción de riesgos a esos países. Todo ello para mejorar la calidad de vida de las personas y reducir desastres.
Las deudas externas con los organismos financieros, la no transferencia de riquezas desde el norte global, las normativas impuestas por los que controlan las agendas de poder; son detalles que hablan de cuán politizado está el tema de la prevención de desastres.
¿Se puede entonces evitar que ocurran accidentes como el derrumbe de un edificio en una ciudad populosa? Todo depende de un plan de previsión en el cual se contemplen la mayor cantidad de variables sociales, ambientales, de tipo cultural y hasta económico. Todo posee un impacto y un nivel de envejecimiento. Nada dura para siempre si no se actualiza, si no se le da el mantenimiento necesario.
Las políticas públicas son elementos de la vida en los cuales hallamos diversos sucesos que son transversales. Los estamentos que se ven imbuidos en las dinámicas no siempre poseen todo el poder de decisión, ni van a incidir en toda la magnitud.
Si las grandes potencias responden a intereses corporativos y por tanto van a seguir contaminando en su empuje expansivo, es injusto pedirle a un país monoexportador que no cultive café o azúcar. Eso es literalmente matar de hambre a esas personas del mundo menos desarrollado.
La agenda ecológica, y por consiguiente, la que previene los desastres a nivel ambiental, deberá ser diferenciada y darle un sitio de preferencia a aquellos que se ven más afectados. Por ejemplo, las islas pequeñas están abocadas a un crecimiento del nivel del mar que las amenaza como entidades nacionales. La falta o pérdida de poder de las comunidades de dichos países ha hecho que sus voces no sean escuchadas. Esto es fatal en términos de inclusión global y de construcción de una vida de equidad en la cual se logren metas en común.
La prevención, además, no es otra cosa que aquel pensamiento que tiene en cuenta lo que somos y lo que deseamos ser. En términos de medio ambiente ello se refiere a cómo construimos la relación entre nosotros, cómo hacemos la política en común.
En tiempos en los cuales se ve un resurgimiento de los conflictos como el árabe-israelí no se cuantifican los daños al medio ambiente, a la gobernanza global, a las poleas de trasmisión de confianza que deberían existir entre todos los seres humanos.
No hemos podido hacer un hogar habitable sobre todo porque no tratamos a la Tierra como tal, sino bajo la visión del odio y del pillaje. Los recursos, vistos de esta manera, pierden su esencia útil y entran en la dimensión enajenada de su trasmutación en mercancía. Y en este proceso el hombre queda también desvalorizado y sin contenido.
El cambio climático no solo expresa el hastío del ecosistema, sino que hay un acabamiento de las formas humanas de organización que surgen con la modernidad y que ya no pueden establecer lazos duraderos y genuinos con el ambiente. En este contexto, los desastres naturales se relacionan con el hombre desde un punto de vista cotidiano, caótico, ontológicamente destructor. Y aun no se llega a una conciencia totalizadora del tema.
Más que prevenir mediante ejercicios necesarios de capacitación, lo que se requiere del hombre posmoderno es otra visión de sí mismo, que, sin enajenarlo de sus sueños y esencias, retorne a la vida más compartida y común. En ese hogar o seno nutricio, la agenda debería centrarse en unirnos y no en dividirnos, no en sembrar la discordia, el odio, la diferencia.
La cuestión es volver a aprender una vida y desaprender la muerte. En eso estamos unos cuantos, a pesar de que predominen otras ideologías globales. Los desastres son el reflejo ambiental de lo que somos. Y aunque parezca subjetivo, nuestra conciencia posee el poder de cambiar la realidad y hacerla realmente bella. El tiempo, mientras tanto, ese dios implacable, nos muestra la huella de su paso junto a la sombra terrible de la contaminación.
14 noviembre 2023 | Fuente: CubaAhora| Tomado de Noticias- Sociedad
Mar
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El clima extremo que se experimenta en estos momentos a lo largo de los Estados Unidos ha dejado 10 muertos, así como un poderoso sistema de tormenta que llegó acompañado de granizo del tamaño de una pelota de golf, ráfagas de viento tan fuertes que derriban camiones con remolque, caída de letreros, inundaciones y cortes en el suministro de luz. Leer más