Tras la mascarilla sonreímos, abrazamos metas, sueños, porque el pueblo cubano sabe levantarse tras las tormentas y aunque esta todavía no se disipa del todo, ya hemos logrado cambiar el color de los amaneceres.

El temor que hasta ese día nos había mantenido en vilo se hizo realidad. Cuando el 11 de marzo de 2020 se anunció la detección en Cuba de los primeros casos de la COVID-19, aún el mundo desconocía sus terribles consecuencias, y la comunidad científica internacional se enfrascaba en dilucidar sus características.

La situación de la Isla no era muy diferente. También teníamos saberes limitados con relación al SARS-CoV-2, pero, en compensación, estábamos respaldados por innegables fortalezas: un prestigioso sistema de Salud Pública, un envidiable potencial científico, un Partido y un Gobierno comprometidos con el pueblo y, sobre todo, la convicción irrenunciable de que unidos podemos superar los obstáculos.

Así comenzó este país a hacerle frente al virus. Con el paso de semanas y meses se consolidó no solo un protocolo de atención exitoso, que incorporó productos nacidos en nuestras industrias farmacéutica y biotecnológica, sino un Plan Nacional para el enfrentamiento a lo que pronto devino la peor pandemia de los últimos cien años.

Como lo que son, seres de profunda vocación humanista, los profesionales cubanos de la Salud asumieron de inmediato su papel de vanguardia en zona roja, y de manera paulatina se unieron a ellos, en disímiles labores, personas de todos los sectores de la sociedad. A la par de la cruenta batalla que se libraba por la vida en los centros hospitalarios y los acondicionados al efecto, también se libraba otra dentro de los laboratorios más importantes del país, porque Cuba debía tener su propia vacuna.

Siempre entre el desvelo y el seguimiento de la dirección de la Revolución, afrontamos el cansancio y los días de aislamiento. Con esa misma entereza, extendimos al mundo nuestro apoyo.

Los dos años transcurridos pasarán a la historia con páginas llenas de heroísmo. En este tiempo llegaron las vacunas, las nuestras, las que sortearon el bloqueo más crudo, decididas a nacer, por la férrea voluntad de sus creadores.

Cuba vive, renace, abraza. Poco a poco recupera la normalidad que decidimos llamar nueva, entre otras cosas, porque después de lo vivido en este tiempo ya no somos los mismos.

Tras la mascarilla sonreímos, abrazamos metas, sueños, porque el pueblo cubano sabe levantarse tras las tormentas y aunque esta todavía no se disipa del todo, ya hemos logrado cambiar el color de los amaneceres.

marzo 11/2022 (Granma)

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