En los márgenes de La Habana y casi a la misma distancia entre Artemisa y Mayabeque se encuentra el Hospital Dermatológico Dr. Guillermo Fernández Hernández-Baquero, centro de referencia del Programa Nacional de la Lepra y del tratamiento del pie diabético con Heberprot-P.

La institución es la única en Cuba con un santuario dentro: el dedicado a San Lázaro en El Rincón. En los últimos años, quienes la visitan la encuentran reparada, con mayor limpieza y cultura del detalle.

Carteles alusivos a los héroes de la patria, un césped bien podado, edificios recién pintados o en labores de reparación y cestos y señalizaciones por doquier hacen una experiencia agradable caminar por las calles que conectan los edificios del complejo hospitalario.

“Nos preguntan cómo hemos mejorado en estos años. Nuestra filosofía de trabajo es que, si se quiere resolver un problema, debemos movilizarnos y buscar mecanismos de solución. La pasividad y el acomodamiento conllevan a la mediocridad, que es lo opuesto al desarrollo”, señala el Dr.C. Rolando Montero Díaz, director del hospital.

En el centro son atendidos pacientes de todo el país en las áreas de dermatología, angiología, psiquiatría, psicología, ortopedia, medicina interna, rehabilitación y medicina natural y tradicional.

La instalación cuenta con 190 camas y 271 trabajadores. En sus salas, los pacientes se benefician con un laboratorio clínico y microbiológico, un departamento de rayos X, un área de trabajo social, de esterilización y ergoterapia; así como una farmacia y una biblioteca.

El doctor Montero Díaz explica que, entre las novedades de los últimos años, destaca la creación de nuevas consultas, y la colocación de una estancia para recibir a los pacientes que llegan, aunque no tengan turno, porque la premisa es que nadie se vaya sin recibir atención.

Según comenta, en este hospital especializado se atienden personas de todo el país, y el laboratorio, el servicio de rayos X y la sala de rehabilitación son utilizados tanto los pacientes ingresados como por los pobladores de El Rincón, San Antonio de los Baños o Bejucal, que son quienes más cerca viven.

Por la profesionalidad de los trabajadores, la calidad del servicio y las mejoras en infraestructura y organización logradas en el último quinquenio, el hospital ostenta la condición de Institución Colectivo Moral.

17 junio 2024 Fuente: Cubadebate/ Noticias/ Salud

La Casa de Dementes de San Dionisio fue la primera instalación hospitalaria de nuestro país para la atención a personas con trastornos mentales. Costeada por el Capitán General Don Dionisio Vives, la inauguraron el 18 de septiembre de 1828.

Primeras experiencias en el mundo

España tiene el honor de ser pionera en el tratamiento y hospitalización de personas en situación de demencia. Desde el siglo XI los enfermos recibían atención hospitalaria con la aplicación de métodos adecuados para la época.

En esta propia nación el fraile Juan Gilabert Jofré fundó en 1409, en Valencia, lo que es considerado el primer manicomio del mundo, el Hospital de Tontos, Locos y Dementes.

Este ejemplo y la preocupación por asistir a los enfermos de demencia se extendió hacia el resto de Europa. Antes de la llegada de Cristóbal Colón a América otras naciones de ese continente ya contaban con manicomios dedicados a la atención de los enfermos.

A pesar de que España desde el siglo XV se había preocupado por la atención de su población en situación de demencia, estas experiencias llegaron tardíamente a nuestro continente, en especial a Cuba.

Casa de Dementes de San Dionisio

Hasta inicios del siglo XIX los dementes deambulaban por las calles y eran objeto de burla y de maltratos del resto de la población. El único tratamiento institucional era recluir a los hombres en las cárceles públicas, con el resto de los delincuentes. Por las conductas propias de su enfermedad eran castigados, recibían maltratos corporales y encierros en condiciones inhumanas.

Los primeros antecedentes en Cuba del interés por la atención siquiátrica  datan de finales del siglo XVIII cuando apareció el 2 de octubre de 1791 en el Papel Periódico de La Havana una publicación con el título de Idea curiosa en el que sugería la inmersión en agua de los enfermos como método terapéutico.

En 1804 se emite uno de los documentos legales de mayor antigüedad con respecto a este tema. El Capital General de la Isla, Don Salvador de Muros y Salazar, Marqués de Someruelos decretó la reclusión de los dementes, iniciándose un periodo conocido como de “reclusión compulsiva”. Los hombres serían llevados a La Real Cárcel de La Habana y las mujeres que fueran agresivas a la Casa de las Recogidas de San Juan Nepomuceno.

A partir de 1826, se inician los primeros intentos de hospitalización de los enfermos mentales y se logra un paso importante al dejar de relacionar a los criminales y leprosos con la población siquiátrica. Para ello se destinaron los Hospitales de San Francisco de Paula para las mujeres y el de San Lázaro para los hombres.

En 1827 saldría a la luz la investigación más antigua de la que se tiene referencia en nuestro país. Su autor, Tomás Pintado, como resultado de sus observaciones, expresó sus consideraciones sobre la esencia de los trastornos mentales y de la conducta de los individuos que la padecen.

La situación de la población siquiátrica en el país y el creciente interés de la medicina por este padecimiento fue determinante para que el Capitán General Don Dionisio Vives ordenara y financiara la construcción del primer hospital cubano para enfermos mentales. Se realizó entre 1826 y 1828 y fue inaugurado el 18 de septiembre de este último año. Como es lógico, dicha obra de caridad debía llevar el nombre de su benefactor: Casa de Dementes de San Dionisio.

Esta institución estuvo ubicada en la calle San Lázaro, entre el hospital para leprosos de igual nombre y el cementerio de Espada, en La Habana. Allí solo se atendían hombres. Para las mujeres se construyó un pabellón especial que compartían con personas en diversa situación, dígase esclavos, enfermos, incapacitados para el trabajo y ancianos emancipados; ello sin distinción de sexo.

El hospital funcionó hasta 1860 cuando fueron trasladados los enfermos a una nueva instalación apartada a 10 km del centro de la ciudad. El Potrero Ferro fue adquirido por el gobierno colonial por un valor de 17,000.00 pesos a José Mazorra, de ahí su nombre tan popular que con el tiempo sería sinónimo del Infierno de Dante.

17/09/2023

Fuente: (cubadebate) Tomado – Especiales/ Historia

© 2014, UCI, La Habana, Cuba