Ayer me invitaron a cantarle a los médicos del policlínico de 15 y 18 en el Vedado, en un acto sencillo y emotivo por el día de la Odontología.

Allí me enteré de que la patrona de los dentistas es Santa Apolonia. Que perdió los dientes cuando la torturaron para que abandonara su fe, y que se arrojó a la hoguera prometiendo interceder ante dios para aliviar a todos los que sufrieran dolores de muela.

En la celebración de los dentistas estaban todos los trabajadores del policlínico. Luego de un minuto de silencio para recordar a los muertos en la lucha contra la COVID, pues el centro perdió a muy buenos compañeros en esta batalla, comenzó la actividad cultural.

Me vi de pronto frente a un grupo de personas de mirada triste. Aún con los naso bucos puestos se podía apreciar el dolor y el cansancio.

Nuestros médicos están exhaustos después de tantos meses de luchar con la enfermedad y la muerte. Pensé que de ninguna manera iba a conseguir que sonrieran, y me equivoqué.

Comencé cantando “Dale Candela”, y cuando llegué al estribillo, de repente, impulsados por algún raro resorte emocional, todos empezaron a corear y a dar palmadas. El resto de la canción la cantamos juntos. Luego canté “Pórtate bien”, y cuando llegué a “La tía Cuca” ya aquello era una fiesta y todos se divertían.

Aparecieron unas botellas de ron, y de pronto un doctor, que se veía muy serio, me quitó la guitarra y empezamos a cantar “El cubanito”, una guaracha muy antigua y picaresca con cuartetas de puro relajo.

Me fui de la actividad convencido de que, con semejantes trabajadores de la salud, la muerte no tiene futuro.

Y mientras iba de regreso a mi casa me sorprendí cantando aquello de: “Cubanito, cubanito, cubanito de verdad, cubanito soy señores, aunque usted lo tome a mal”…

Autor: Alejandro García Virulo

octubre 11/2021 (Cubadebate)

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