Cuando amaneció este 6 de mayo, la licenciada Annia Figueredo tenía los planes de un día cualquiera de descanso, merecido por el ajetreo de la jornada anterior. “No era su turno de trabajo, no le correspondía estar a media mañana sobre una ambulancia en una ciudad repleta de sirenas y dolor. Pero el hotel Saratoga, en el corazón de La Habana Vieja, se había desplomado producto de una fuerte explosión, y cualquier cosa que ella pensase al abrir los ojos de ese día, ya no sería.

“Imagina, como no voy a estar allí con mis colegas, la situación ameritaba dar lo mejor de nosotros”, dice a Cubadebate.

Annia lleva 10 años trabajando en la emergencia, como parte del Sistema Integrado de Urgencias Médicas (SIUM), y como varios de sus compañeros, la gran mayoría, no pensó dos veces para presentarse a la base e incorporarse a los primeros auxilios y el traslado de víctimas y lesionados hacia las instituciones de salud. Ahora, cuando conversamos con ella, está lista en la base de nacional de urgencias médicas para salir a dónde hiciera falta, esta vez cumpliendo su turno establecido.

Si se piensa bien, Annia no ha dormido apenas, pero eso ahora sabemos que no es importante.

“Sinceramente, esto me impactó mucho y a pesar de que tengo varias anécdotas para contar de situaciones parecidas, esto no se iguala. Pero bueno… nunca nos aturdimos, ni perdimos el enfoque en lo que estaba sucediendo. Unidos, los compañeros de emergencia nacional y el SIUM provincial, todos los colegas que iban llegando de Salud y se sumaban, fuimos sacando a las víctimas a los diferentes hospitales”, rememora.

“Estuvimos hasta que nos necesitaron, no nos importó hora, no nos importó nada, siempre estuvimos ahí al frente. Con nosotros, la emergencia nacional, al igual que con todo el personal de salud de este país, pueden contar para lo que sea, con todo el amor del mundo responderemos siempre”, sostiene Annia, y la mirada se le pierde en alguna imagen de las últimas horas que prefiere olvidar.

A su lado está William Reyes Domínguez, paramédico integral de la base nacional del SIUM. “Arribamos apenas se nos convocó y desde el primer momento participamos en el traslado de las víctimas que fueron apareciendo, muy acoplados con el resto de los colegas. Apenas dejábamos a un paciente, retornábamos nuevamente a la escena para seguir trasladando personal”, dice.

William lleva más de dos años trabajando en la emergencia nacional. El 6 de mayo debió ser el día de mayor tensión. Nueve viajes recuerda que dio en su móvil entre las inmediaciones del hotel y los diferentes centros de salud. “Una labor muy fuerte, una escena tétrica, de desesperación, pero estábamos concentrados en salvar las vidas humanas, ayudar a los que lo necesitaban y nos enfocamos en el traslado correcto de esos pacientes, muchos muy maltratados por los golpes, el derrumbe, la explosión”.

“Por supuesto, dispuestos a estar en pie mientras haga falta”, agrega el joven de 33 años.

Para Fernando Isel Viltres, aunque es un momento conmovedor y triste, lo que les tocaba, dice, era sobreponerse “porque tenemos que hacer la función de rescate y actuar en el momento preciso. Estábamos pendientes de que los rescatistas hicieran su trabajo para continuar con el nuestro”, apunta este paramédico.

Con él coincide Annia, quien insiste en que “no es nada fácil para un paramédico llegar a una escena como esta”.
“Lo primero es la clasificación del paciente, ver en qué estados se encuentra y cuál es el próximo paso a seguir, porque depende de esa clasificación lo que se hará después”, explica.

“Nosotros llegamos a la escena, los rescatistas sacando a los pacientes, nosotros clasificando, y los que eran una urgencia inmediata, haciéndole todos los procederes en el lugar y tratando de ayudar para que cuando llegaran al hospital estuvieran en mejores condiciones. Una hidratación que pongas en el lugar es un avance de vida para este paciente”, insiste.

“Es impactante y aunque uno sea del sector de la Salud, supuestamente acostumbrado a lidiar con emergencias, tenemos sangre en las venas. Ver lo que les ha pasado a estas personas, sobre todo a los niños…No puedo decirte qué sentí cuando llegué a la escena y vi esta situación, faltan palabras”, dice.

Lázaro Aguilar Álvarez es mecánico hace años en la base nacional de urgencias médicas, pero el 6 de mayo vivió su primera experiencia como paramédico. Él, que se ocupa de mantener con mayor vitalidad los equipos móviles, esta vez luchó también por la vida poniendo sus manos para trasladar lesionados.

“Fue impactante lo que vi en el lugar, en el nombre del SIUM nacional les damos nuestras condolencias a los familiares y amigos de los fallecidos. No descansaremos mientras se nos necesite allí”, comentó.

Hasta las 10 de la noche, estuvo Osmel Góngora, paramédico integral con más de 8 años de experiencia trabajando sin descanso, para volverse a incorporar luego a su turno. “Es una escena dolorosa, en medio de la cual fue reconfortante el trabajo conjunto que se hizo. La base regional, centro, oeste, fuimos uno solo”, comenta este guantanamero, quien insiste en cómo lo conmovió, además, la cantidad de personas que se acercaban para ofrecerse a donar sangre.

De todos ellos habla con orgullo Tania Torres Peña, directora de la base nacional del SIUM. “La respuesta nuestra fue inmediata, demoramos tres minutos en llegar al lugar. Las ambulancias que se encontraban en nuestra base en ese minuto de demanda eran alrededor de tres, después las ambulancias que se encontraban en plena faena moviendo pacientes entre los hospitales se fueron sumando a la escena”, explica.

“Somos una base regionalizada en Centro Habana, que nos dedicamos a la atención terciaria, es decir, a la evacuación de los pacientes de los institutos, pero en la mañana de ayer, cuando sucedió el hecho en La Habana Vieja, recibimos una llamada inicialmente por nuestro centro coordinador, y posteriormente la coordinadora nos activó”, añade.

“Llegamos a la escena, que era bastante tétrica y desoladora, no nos habíamos encontrado una escena similar a esta. Tomamos todas las precauciones, nos mantuvimos unos cuantos metros alejados, pues no sabíamos cuál era la situación y si podría existir otra explosión, pues fue al unísono que estábamos llegando todos los rescatistas, bomberos, y hasta que le escena no fuese segura nosotros no podíamos entrar al lugar, exponer a los compañeros nuestros y que se sumaran más víctimas”, detalla la entrevistada.

En pocos minutos, dice, el SIUM provincial se sumó. “Fuimos un solo equipo a partir de ese momento, con una sola voz de mando a cargo del licenciado Gerardo, que es el director del SIUM provincial. Nosotros fuimos clasificando y traslado a los hospitales y posteriormente, cuando se comenzaron a extraer las primeras víctimas con vida, fuimos evacuándolos a los diferentes hospitales que ya teníamos coordinados: Calixto García, Freire de Andrade, Miguel Enríquez, el Clínico de 26 y el Hospital Manuel Farjardo. También el hospital pediátrico de Centro Habana y el Juan Manuel Márquez para los pacientes de pediatría”, apunta.

“Quiero resaltar la actitud de todos nuestros trabajadores que se encontraban de descanso en sus casas y que se fueron sumando a la emergencia allí. Fue algo espontáneo. Y también personal de la salud de Centro Habana y de La Habana Vieja. Hasta estudiantes de medicina estuvieron en el lugar, que formaron equipo con nosotros. También, los paramédicos y ambulancias de la clínica Cira García y del Hospital Frank País llegaron al lugar, y con los nuestros que estaban allí de voluntarios, que no estaban en el turno, formamos equipos”, señala Tania.

Equipos que 48 horas después siguen prestos a activar las sirenas, con la fe puesta en la esperanza.

mayo 08/2022 (Cubadebate)

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