Los ángeles caídos viven en el Estado venezolano de Monagas, asegura una vieja leyenda.
Según el imaginario popular, ellos duermen, caminan y danzan en las montañas cercanas a San Antonio de Capayacuar.
Allí se les pueden encontrar, dicen los ancianos; ocultos, camuflados en el viento.
Se trata de seres celestiales que deambulan en pozas y en ocasiones hechizan a los niños con una mirada tan profunda como el azul del cielo, o el ébano de la noche.

Los mitos se inspiran en la realidad y de forma poética hablan verdades. En Monagas hay ángeles, es cierto, pero ángeles de bata blanca que llegaron con la Misión médica cubana hace casi dos décadas para salvar la vida de los humildes.

Un total de 561 colaboradores de la Mayor de las Antillas están distribuidos en 17 Centros de Diagnóstico Integral (CDI), un Centro de Alta Tecnología (CAT), 18 Salas de Rehabilitación Integral (SRI) y 42 Consultorios Populares (CP).

Se escribe fácil, pero reflexione conmigo: cuántos sueños devueltos, cuántos corazones “reparados”, cuánta felicidad burbujea hoy en los hogares gracias a la entrega y sacrificio de los profesionales cubanos.

La doctora Yasmín Almanza Quesada, coordinadora de las Misiones sociales en el Estado, comentó a Cubadebate que tan solo en 2021 han realizado casi 800 000 consultas; muchas de las cuales incluyen estudios de alta tecnología como sonogramas, tomografías computarizadas y mamografías.

Todos los servicios se ofrecen de forma gratuita, asumidos por la Misión Médica cubana y el Gobierno de la República Bolivariana.

Entonces de seguro entiende usted el motivo por el cual el odio les urge a los enemigos de los pueblos libres.

También la perfidia les urge, porque el dinero, el egoísmo y la oscuridad se han apoderado de sus almas.

“Hay que calumniar hasta el cansancio la obra social de Cuba en Venezuela. No podemos permitir que otras naciones sigan su ejemplo”, así piensan y en consecuencia actúan. Pero las proezas de los profesionales cubanos trascienden fronteras y nunca podrán ser silenciadas.

Damos la vida por la revolución porque ella es lo primero

Detrás del lente de un complicado aparato brilla la microbióloga cubana Maiquelín Vega Infante.

Lleva tres años en Venezuela, pero en los dos últimos no ha podido regresar a la Patria porque la COVID-19 ha malogrado hasta el calendario de vuelos, afectando el cronograma de descanso de los colaboradores.

A ella no le importa y semana tras semana se entrega hasta el cansancio en el laboratorio SUMA del CAT “Ernesto Che Guevara” de Monagas, donde es todo un ejemplo para sus compañeros de labor.

Sus hijos la esperan, lo sabe; sin embargo, no puede defraudar a los pacientes, quienes casi siempre son niños. Alta es su responsabilidad y alto es el compromiso con el pueblo bolivariano.

“No te voy a negar que muero por abrazar a mi familia, pero todos los días saco fuerzas para seguir dando batalla aquí porque Venezuela me necesita, al igual que me necesita la Revolución cubana y por ella doy la vida, a ella nos debemos. La Revolución es primero porque gracia a ella soy quien soy, eso jamás lo olvido; así que le pongo voluntad y salgo desde temprano para mi trinchera”, confiesa la especialista.

En una mediana habitación climatizada Maiquelín procesa muestras que favorecen las pesquisas posnatales en Venezuela. Su dominio del Sistema Ultramicroanalítico SUMA es impresionante y allí trascurre su día a día, entre frascos de vidrio y microscopios.

La mente entrenada busca la existencia de hipotiroidismo congénito, fenilcetonuria, hiperplasia adrenal congénita, galactosemia y otras anomalías en los recién nacidos. Con su experiencia y perspicacia ayuda a evitar el retraso mental o la muerte.

Dichos exámenes se agrupan en el llamado tamiz neonatal; son procedimientos para determinar si los niños, aparentemente sanos, tienen alguna patología que con el tiempo les ocasionaría daños irreversibles.

Se realizan a partir de gotas de sangre capilar fresca, usualmente obtenidas del talón del infante, cuando este tiene entre cuatro y siete días de nacido. El objetivo es tratar los daños antes de que se manifiesten y aminorar los efectos. Así de importante es la labor de esta microbióloga cubana en Venezuela.

Hace un mes el destino le jugó una mala pasada y recibió la peor noticia de su vida, mientras cumplía con el deber:
“Mi abuela, quien me crio, falleció y yo no pude regresar a Cuba. En ese momento sientes que el dolor te desgarra.

Cuando supimos la noticia mi jefe me dijo que descansara, así que fui para la casa y lloré hasta casi morir. Al día siguiente me levanté, sequé mis lágrimas, guardé el dolor en el corazón y volví al trabajo por este pueblo hermano.

Te repito, mi vida por la Revolución”.

¿Cómo no admirar a la mujer cubana, cómo no emocionarse hasta los tuétanos cuando escuchas historias como esta? ¿Cómo no sentirse orgulloso de un sistema social que fomenta el altruismo y no el individualismo, que no venera al Dios amarillo, que no lanza campañas de odio?

Usted no puede saberlo, pero Maiquelín apenas se ha sentado para conversar con el periodista.

Se mueve inquita de un microscopio a otro, toma una muestra, la observa y compara los resultados. Luego repite la rutina una y otra vez durante horas. De pronto recuerda que aún estoy en el laboratorio y me pide disculpas, dice que no tiene tiempo que perder mientras está en juego la salud de los niños.

Maiquelín no cobra miles de dólares, es cierto, pero “cobra” el cariño y el agradecimiento de todo un pueblo. En Monagas, donde se inauguró por Fidel y Chávez (en junio de 2005) el primer CDI de toda Venezuela; ella enfrenta los obstáculos y se sobrepone a la añoranza por la familia. Desde un mundo microscópico, es un ángel guardián.

La atención era tanta que me apenaba hasta estornudar

Delante de mí no le permito a nadie que hable mal de los médicos cubanos, pero mira, ni tantico así. No se lo permito ni a mi familia si fuera el caso. Sé que es obra de los Comandantes Fidel y Chávez, pero también doy gracias a Dios por ello. La verdad es que los cubanos son ángeles que cuidan de Venezuela.”

Así se expresa Juan Vicente Cardoso Hernández quien estuvo a punto de morir víctima de la COVID-19. Él más que nadie lo sabe porque sintió en carne propia los efectos y consecuencias de la terrible enfermedad. “De las garras de la parca me rescataron”, dice y tiene toda la razón.

Fue en un partido de softball organizado por su empresa donde se contagió. Recuerda haber usado tapabocas, pero al poco tiempo comenzó con dolores de cabeza, fiebre y cansancio.

Confiado, decidió esperar en casa hasta que un día, de pronto, el oxígeno ya casi no llegaba a los pulmones. Sentía como si un rascacielos le comprimiera el pecho, impidiéndole respirar.

Se asustó y lo llevaron de emergencia hasta un Centro de Diagnóstico Integral gestionado por la Misión médica cubana en el Estado de Monagas. Allí los especialistas de la Isla confirmaron las sospechas: neumonía bilateral con derrame pleural ocasionada por el SARS-CoV-2. Sus órganos internos estaban al punto del colapso mientras comenzaba la batalla para salvar su vida.

A Juan no le preguntaron si tenía seguro médico para cubrir el tratamiento; tampoco le preguntaron si pagaría en efectivo, mediante cheque o hipotecaria la casa. En Venezuela, el costo diario por paciente en una clínica privada sobrepasa los 1 000 dólares, pero ni a él, ni a su familia le pidieron un centavo.

Durante tres meses los especialistas cubanos en el CDI Carmelo Regardiz no se despegaron de su cama, pendientes todos a la evolución. Durante 24 horas, los siete días de la semana, monitorearon la saturación de oxígeno, los signos vitales, la diuresis e incluso los latidos del corazón.

“Me cuidaban tanto que me apenaba hasta estornudar ya que enseguida había un ejército de cubanos encima de mí; llegó el momento que hasta me apenaba ir al baño porque me movían en silla de ruedas y no quería molestar. Era tanta la atención que creo, eso me salvó la vida”, confiesa entre lágrimas.

Fueron días de mucho estrés, de no dormir, de reflexionar sobre la vida y lo que más importa: la familia.

Cuando finalmente le dieron el alta, 90 días después del ingreso, el venezolano se reencontró con los suyos: siete hijos, varios hermanos, una esposa y su madre.

“No tengo palabras para agradecer a los médicos cubanos. Si no fuera por ellos y sus atenciones hoy no estaría aquí haciendo el cuento. Mi familia también está muy agradecida…”

Las lágrimas lo interrumpen nuevamente, apenas pude hablar, se cubre el rostro con las manos. Juan es un hombre alto, corpulento, musculoso; quizás por ello impresione tanto verle llorar de esa forma. Pero sé, se trata de un llanto de agradecimiento, como si sacara al fin las emociones acumuladas en el alma.

Hoy a sus 53 años está convencido que la vida le dio una segunda oportunidad.

Por lo pronto ya regresó a su labor como supervisor de seguridad interna en TransMonagas, la empresa de trasporte público en el Estado y les dice a quienes se cruzan en el camino que los ángeles sí existen, son cubanos y salvan vidas en Venezuela.

En Mérida nos abrazan primero y nos dicen el nombre después

De Dante haber estado en Tovar (municipio de Mérida) durante las inundaciones ocurridas a finales de agosto de 2021 le hubiera dedicado varias páginas dentro de su “Infierno”.

No podía ser de otra forma: autos estampados contra árboles, cientos de viviendas arrastradas por deslaves de tierra como si de algodón se tratase, 21 muertos, familias mutiladas psicológicamente, heridos por doquier, desastre, desesperación, llanto.

Aunque iban preparados, ese fue el panorama que les dio la bienvenida a los integrantes de la Vigésima brigada del contingente “Ernesto Che Guevara”.

Compuesta por 19 médicos y 15 enfermeros cubanos, en unión con 8 especialistas venezolanos, desde hace días se afanan en identificar lesiones, administrar tratamiento a los necesitados y, sobre todo, compartir el dolor de un pueblo hermano.

Sin lugar a dudas se trata de zonas de desastre; de hecho, el presidente Nicolás Maduro decretó durante 90 días el Estado de Emergencia en Apure, Bolívar, Yaracuy, Zulia y Mérida; el más afectado de todos y hasta donde llegaron los profesionales de la Isla conscientes de que la amenaza persiste porque sigue activa la temporada de lluvias.

Sin embargo, allí están; cambiaron su bata blanca por una sencilla franela que los identifica como médicos de la Misión Barrio Adentro y se les ve de casa en casa, de calle en calle, estetoscopio en mano, incansables. Comienzan el pesquisaje antes del amanecer y terminan cuando la oscuridad no les permite ver ni sus propias manos.

“Seguimos identificando las patologías y las necesidades de medicamentos que tienen las personas afectadas. También estamos apoyando aquí la campaña de vacunación masiva contra la COVID-19 porque no queremos que nada la detenga. Pero te digo que el panorama se asemeja a una película de terror, aunque por fortuna ha comenzado a cambiar.

Hemos visto tantas muestras de agradecimiento para con los médicos y la medicina cubana que ya podríamos escribir un libro. Imagina que en cada casa donde llegamos las personas nos abrazan primero y nos dicen el nombre después, eso dice mucho del respeto y la admiración que siente el pueblo hacia nosotros”, cuenta el doctor Amado Peña Moreno, al frente de la brigada.

Refiere que les ha impactado sobremanera el daño emocional de los sobrevivientes, razón por la cual realizan en estos momentos las coordinaciones con las autoridades locales para brindar ayuda psicológica especializada a los afectados.

Las imágenes que por estos días ha hecho circular el perfil en Facebook de la misión médica cubana en Venezuela hablan por sí solas y validan las nuevas páginas de heroísmo que protagonizan los especialistas cubanos.

Colaboradores con niños en brazos, asistiendo a madres desesperadas, hundidos todos en medio del lodazal y el barro, manos solidarias que no se detienen, sonrisas de amor, ancianos socorridos, pesquisas en las aceras, escombros recogidos, consultorios improvisados y amor, mucho amor para sanar las heridas abiertas por el desastre.

Y es que no puede ser diferente cuando se forma en valores y no en dinero, cuando socorrer al prójimo es más importante que tu propia comodidad o seguridad.

Entonces, cuando se escriban y rescriban las historias de los pueblos, el cronista dirá que los ángeles “existen”, son cubanos y visten de blanco.

septiembre 04/2021 (Cubadebate)

septiembre 5, 2021 | Maria Elena Reyes González | Filed under: De la prensa cubana | Etiquetas: , , , , , , , , , |

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