Cierto es que no sentimos el sonido característico de la bazuca, a diario, como en otras oportunidades en las que se despliega la campaña antivectorial. ¿Acaso eso significa que el control del mosquito, el dichoso Aedes Aegypti, ya no es importante? ¿Quién dijo eso? ¿Por qué si se realiza o no una acción que, a todas luces puede parecer la de mayor ofensiva hacia el vector, es la que puede condicionar el nivel de importancia que le otorgamos a las consecuencias de su presencia?

Dificultades explicadas a la población son la causa de que la bazuca que usted espera escuchar no suene tan frecuentemente, pero, ¿olvidamos las demás medidas que debemos tomar para reducir las posibilidades de contagio con el dengue u otra de las enfermedades que transmite este mosquito?

El asunto es, y casi siempre sucede así, que esperamos que otros vengan a resolver el problema, que otros sean los que hagan lo que se debe hacer, que otros sean los responsables de si sube o no el número de casos, que otros sean los que nos cuiden si enfermamos, que otros sean los que decidan qué hacer para mejorar la situación… ¿y nosotros?
Eliminar los focos del mosquito Aedes Aegypti requiere, ante todo, de nuestra disposición para ello. De ahí, claro está, lograremos un trabajo intersectorial y en la comunidad, donde las labores de higienización involucren a todos los que vivimos en los barrios.

«Enfrentar el dengue con un sistema de gestión de la ciencia y la innovación igual al que se creó para enfrentar la pandemia de la COVID-19». Esa fue una de las indicaciones del Presidente de la República, Miguel Díaz-Canel Bermúdez, y sí, la ciencia pondrá de su parte, y se trabaja para crear vacunas que permitan generar anticuerpos frente a los cuatro serotipos del dengue. Además, disponemos del Sistema de Pronóstico Bioclimático y Alerta Temprana para la vigilancia antivectorial, una herramienta resultado del trabajo de un grupo transministerial, pero mientras, usted y yo debemos velar por nuestra salud y la colectiva.

Los casos de dengue han aumentado en el país y la gravedad de algunos pacientes ha sido significativamente preocupante. Por ello, y vale recalcarlo, es a nivel primario donde podemos gestar los grandes cambios. En su casa, en la cuadra, el barrio, la escuela, el centro de trabajo, la bodega, la panadería, las tiendas, los solares yermos… en cada uno de los espacios donde interactuamos a diario debemos realizar correctamente el autofocal, con la supervisión oportuna del médico y la enfermera de la familia.

Luego, prevención desplegada, tendríamos que ocuparnos del diagnóstico oportuno, el seguimiento y el tratamiento individualizado. Se hace necesario entonces que se reporte en las instituciones hospitalarias toda persona que muestre síntomas relacionados con la enfermedad y que se tomen medidas en su núcleo familiar.

Y mire que este es un tema en el que se ha insistido en múltiples ocasiones cada vez que llega el verano y factores como las irregularidades en el abasto de agua, la urbanización no planificada y el incremento de depósitos artificiales, entre otros, favorecen la proliferación del Aedes Aegypti, pero nunca será demasiado insistir en un asunto que pone en riesgo el nivel de bienestar al que aspiramos todos.

La percepción de riesgo debe crecer, y creo que no deberíamos esperar a tener cerca a alguien sufriendo la enfermedad, aunque sea leve, aparentemente, su sintomatología. Las batallas tienen muchas maneras de ser ganadas.

julio 23/2022 (Juventud Rebelde)

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