Oct
14
El psicólogo y profesor Manuel Calviño los llamó así, desinhibidos.
Se refería a aquellos que, una vez publicadas las medidas de desescalamiento, salieron a conquistar calles, playas y otros espacios públicos como si ya no existiera ningún riesgo.
A partir de la disminución del número de contagios y fallecimientos a causa de la Covid-19, y también del incremento del número de vacunados, el país decidió ir, paulatinamente, a la flexibilización de algunas medidas como la reapertura del comercio, la gastronomía y otros servicios.
“Esto no quiere decir que no haya transmisión, sino que son territorios que han logrado un control de la transmisión, con las medidas adoptadas y con el avance de la vacunación. Hay que seguir observando la evolución de la incidencia y la letalidad en las provincias restantes y, dentro de ellas, sus municipios”. Así había señalado el Dr. Francisco Durán García, director nacional de Epidemiología del Minsap, al intervenir en la Mesa Redonda sobre el tema.
Pero la advertencia del doctor Durán parece no haber sido asimilada por todos. Ya se ven, con bastante frecuencia, personas con los naso bucos mal puestos y hasta enganchados al brazo a manera de brazalete; otras, esperan sus turnos en las colas sin guardar la mínima distancia, “pechito con pechito”, mientras que en otros espacios igual se observan numerosos ciudadanos concentrados en torno a mercancías, celebraciones o diversiones.
Era imprescindible empezar a ir retomando una cierta normalidad. Las personas y el país lo necesitaban de un modo imperativo.
Más eso no equivale a ignorar el riesgo. Como apuntaba el propio Calviño, esta etapa requiere aún más responsabilidad personal que cuando atravesábamos los momentos más difíciles de la pandemia.
Porque si entonces permanecíamos la mayor parte del tiempo en casa, según indicaban expertos y autoridades; ahora, ajustarse a las actuales condiciones demanda un mayor autocontrol de lo que se debe y no se debe hacer.
Ello, sumado a lo que corresponde a las entidades e instituciones, que no tienen por qué retirar pasos podálicos ni olvidar la exigencia de aplicarse solución hidroalcohólica o con hipoclorito.
Los desinhibidos, de tanto serlo, andan poniendo en peligro lo que hemos logrado con muchísimo esfuerzo y con saldos muy dolorosos que no debemos olvidar y mucho menos retornar a ellos.
Necesitamos, cada individuo, cada familia y toda Cuba, que desescalamiento no sea igual a despelote.