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El uso de las plantas medicinales y sus productos derivados suele considerarse seguro y libre de riesgos, pero esto no es así exactamente.
Hay factores como la selección adecuada de la especie y de la parte de esta a emplear, así como la dosis y forma de preparación convenientes, entre otros, que pueden determinar que una planta termine siendo nociva para la salud.
De esta forma, puede incluso llegar a poner en peligro la vida de las personas, lo cual es prevenible en la mayoría de los casos.
Saber un poco acerca de los riesgos relacionados con las plantas medicinales nos ayudará a hacer un uso más racional de ellas. No siempre la tradición es la que determina que una persona recurra a estas modestas aliadas del hombre para cuidar su salud.
Hoy en día, un médico puede prescribir al paciente determinada formulación farmacéutica elaborada con extractos vegetales y es bastante común que la persona acceda a propaganda o información científica sobre los beneficios de una especie en particular.
Lo cierto es que a veces no usamos una planta porque es la que habitualmente nuestras abuelas siempre tenían a mano para determinado malestar.
Hay quien tiene en su patio hierbas no autóctonas del país como el meprobamato (Coleus amboinicus) o consume cápsulas de chancapiedra (Phyllanthus niruri) procedentes de Perú. En todo esto hay riesgos, siempre los hay, por eso vamos a revisar algunos.
Lo primero que se debe saber es que es imprescindible utilizar la planta correcta. Un ejemplo bien ilustrativo es el del anís estrellado (Illicium verum), una especie que no se cultiva en Cuba pero sí se consume.
En España se han reportado intoxicaciones en lactantes por confundirla con la badiana del Japón o anís estrellado japonés (Illicium anisatum). Esto ha determinado que en ese país el Illicium anisatum esté en la lista de plantas cuya venta al público queda prohibida o restringida por su toxicidad.
Por otra parte, si bien el anís estrellado se considera seguro, también puede producir neurotoxicidad al superar la dosis máxima recomendada de una estrella por cada 200 mililitros de agua o por llevarlo a ebullición durante un tiempo prolongado, ya que por ambas causas se alcanza una mayor concentración de principios activos.
Con respecto al empleo correcto de la parte de la planta, tomemos el caso de la sábila (Aloe vera o Aloe barbadensis).
El uso medicinal del mesófilo o gel de las hojas está bastante extendido, pero para su obtención debe evitarse el contacto con el jugo amarillo que produce la capa verde que lo rodea, el cual puede producir una reacción de hipersensibilidad en la piel o un efecto laxante por vía oral. Este látex, aunque se emplea también con fines medicinales, no debe mezclarse con el mesófilo cuando sea ese el material vegetal que va a ser utilizado.
La dosificación o cantidad a consumir de una planta es otro factor a observar.
Por ejemplo, la menta poleo o simplemente poleo (Mentha pulegium), aunque en forma de infusión a la dosis habitual resulta segura, puede causar a altas dosis síntomas como dolor abdominal, náuseas, vómitos, letargo, aumento de la presión arterial y del pulso, entre otros. La pulegona presente en su aceite esencial es hepatotóxica y responsable de cuadros de intoxicación.
Aquí, como en otros casos, vale recordar al doctor Julián Pérez Peña y también tener en cuenta “la dosis exacta”.
Otro tema imprescindible para garantizar un uso seguro de las plantas medicinales es el de las posibles interacciones con medicamentos convencionales. Se dice que estamos en presencia de este tipo de interacciones cuando el efecto de un fármaco determinado es modificado cuantitativa o cualitativamente por la administración concomitante o consecutiva de una planta medicinal.
El ajo (Allium sativum), el jenjibre (Zingiber officinale) y la manzanilla (Matricaria recutita) pueden afectar la agregación plaquetaria cuando se emplean a dosis terapéuticas. Se ha descrito la interacción por separado de estas plantas con medicamentos anticoagulantes como la warfarina o antiagregantes plaquetarios como la aspirina.
Igual, en caso de las combinaciones de algunas ellas, es posible esperar una potenciación de dicha acción farmacológica con el correspondiente riesgo de sangramiento para el paciente.
Por último, hay que considerar el consumo de plantas medicinales y la cirugía. Se sabe que hay personas que usan determinadas plantas de manera continua, pero a la hora de someterse a una intervención quirúrgica es importante informar al anestesiólogo sobre esto, ya que especies como las tres anteriores incrementan el riesgo de sangramiento trans y posoperatorio.
Otras interacciones también han sido descritas, como el incremento de la acción de fármacos depresores del sistema nervioso central por el uso de la pasiflora (Passiflora incarnata).
Sirvan estos ejemplos para argumentar la necesidad de suspender la ingestión habitual de plantas medicinales o productos derivados de ellas al menos siete días antes de una intervención quirúrgica. No se trata de que su empleo sea nocivo para el paciente, sino de preparar adecuadamente al enfermo que va a someterse a este tipo de procedimiento. Una vez sobrepasada la cirugía, y bajo supervisión médica, puede darse continuidad a su consumo.
El embarazo y la lactancia, así como las edades pediátricas, quedan para otro momento. Son estas etapas de la vida en las que, si bien no están absolutamente contraindicadas las plantas medicinales, no todas se pueden utilizar por falta de estudios que avalen la seguridad de su uso.
Vale entonces saber que natural no es sinónimo de inocuidad absoluta. El uso de especies vegetales con fines terapéuticos puede también implicar riesgos, pero así es con cualquier medicamento.
Sigamos utilizándolas entonces, pero a la dosis exacta, desde la tradición y con las evidencias científicas acumuladas. Si así lo hacemos, las plantas medicinales seguirán siendo nuestras aliadas para cuidar la salud… ¡desde lo natural!
27 Mayo 2025 Fuente: Cubadebate /Noticias/ Desde lo natural