En la sala de Hematonefrología del Hospital Pediátrico Provincial José Martí, de Sancti Spíritus, Lian Ernesto Forteza Perdomo, un niño de apenas un año libró batallas que aun parecen mayores que él. El aire huele a desinfectante, pero también a esperanza. Allí, rodeado de médicos, enfermeras y máquinas que alguna vez lo sostuvieron con vida, este pequeño espirituano fue mucho más que un paciente; fue un guerrero.

Su madre, Ana Laura Perdomo, convirtió la rutina hospitalaria en el eje de su existencia. Desde el 18 de febrero y, hasta hace pocos días, permaneció en el nosocomio sin regresar a casa en Mayajigua, —una comunidad del municipio de Yaguajay—, porque la vida de su hijo depende de cada detalle, de cada aspiración, de cada dosis de oxígeno. “Estas personas se han convertido en mi familia —dice—. No hay nada material ni verbal con lo que yo pueda agradecer lo que han hecho por mi bebé”.

El inicio de la lucha

Con apenas un año, Lian Ernesto, sobrevivió a una cardiopatía congénita, cirugías y complicaciones que pusieron en riesgo su vida desde el nacimiento. Foto Yosdany Morejón.

La historia comenzó antes de nacer. A las 24 semanas de embarazo, los médicos diagnosticaron una cardiopatía congénita: coartación de la aorta. La noticia cayó como un mazazo en medio de la adolescencia de Ana Laura, entonces estudiante de la Escuela de Profesores de Educación Física (EPEF) de Sancti Spíritus. Desde ese instante la existencia de madre e hijo quedó marcada por consultas, traslados y un pronóstico reservado.

El día del parto fue todo menos un nacimiento común. El pequeño llegó al mundo con hipoxia, necesitó reanimación inmediata y cinco días de intubación en el Servicio de Neonatología. Apenas 18 días después, ambos fueron remitidos al Cardiocentro Pediátrico William Soler, de La Habana. Allí, a las 48 horas, el recién nacido entró al quirófano para corregir la malformación.

La cirugía fue un éxito técnico, pero la vida quiso probarlo de nuevo: dos paros cardiorrespiratorios en 72 horas pusieron a prueba la resistencia de aquel cuerpo diminuto. “Estaba grave, muy grave”, recuerda Ana Laura. Tres meses y medio pasó conectado a un ventilador mecánico. Contra todos los pronósticos, sobrevivió.

Secuelas y resistencias

“Todos esos episodios de hipoxia severa dejaron secuelas neurológicas y respiratorias”, explica el doctor Víctor Martín, con 37 años de experiencia en el Pediátrico espirituano y jefe en funciones de la sala de Hematonefrología. “Estamos ante una parálisis cerebral infantil, no de las más severas, pero sí con afectación motora, además de una displasia broncopulmonar que le provoca crisis respiratorias transitorias”.

El niño también carga con una traqueotomía y una gastrostomía, procedimientos que le han permitido ventilarse y alimentarse mejor. Sin embargo, los avances son notorios: gana peso, tolera la alimentación y, gracias a las terapias de rehabilitación, ya logra mover su cuerpo, reconocer voces, fijar la mirada. “Antes era casi un vegetal. Hoy me mira, me escucha, sonríe”, confiesa la madre.

La ciencia hizo su parte, pero también la entrega humana. “Estos casos son un reto porque muchas veces la evolución no es la esperada”, asegura el doctor Martín. “Por suerte, este muchachito va para bien, y esa es la mayor satisfacción de un pediatra: ver que sus pacientes avanzan”.

Una familia extendida

Si algo ha sostenido a Ana Laura, además de la fe en su hijo, ha sido la red de afectos que encontró en el hospital espirituano. “Aquí se han convertido en mi familia”, repite y Loida Martínez Aróstica, enfermera pediatra con 36 años de experiencia, lo confirma: “Yo no quisiera que se fuera de alta (ríe), ya es como un hijo, un sobrino. Pero a la vez me alegra que regrese a su casa, porque le toca convivir con los suyos”.

Loida conoce cada detalle de los cuidados: aspirar la traqueotomía, administrar los medicamentos, alimentar por la gastrostomía. Ella y sus colegas enseñaron a la joven madre a realizar esos procedimientos. “Cuando se vaya, debe saber hacerlo todo”, subraya la enfermera. “No podemos soltarlo sin que ella tenga la seguridad de manejar cada paso”.

Detrás de esas manos expertas hay una vocación que no se improvisa. “Me hice enfermera porque me gusta ayudar a los demás. No sé hacer otra cosa. Y aquí me mantendré hasta el día en que me retire”, asegura Loida, con una mezcla de orgullo y ternura.

Cuando la maternidad llega demasiado temprano

Ana Laura tenía apenas 17 años cuando dio a luz. Hoy, con solo 18, asume la maternidad con una madurez impuesta por las circunstancias y por los padecimientos de su pequeño. Su historia refleja una problemática que, aunque ha disminuido en algunos indicadores, continúa siendo motivo de alarma en la provincia: el embarazo en la adolescencia.

El doctor Francisco García González, jefe del Programa de Atención Materno Infantil (PAMI) en Sancti Spíritus, lo confirma: “Aunque la situación ha mejorado respecto a años anteriores, no deja de ser preocupante que tengamos actualmente 226 adolescentes embarazadas, lo que representa un 14 por ciento del total. Y mientras exista una sola adolescente en esa condición es motivo de preocupación”.

El especialista alerta que los riesgos son múltiples: partos pretérminos, bajo peso al nacer, crecimiento intrauterino retardado y mayor morbilidad materna. “Hemos tenido incluso ingresos en las terapias intensivas, 11 adolescentes en lo que va de año, por complicaciones relacionadas con el embarazo o el puerperio. No es lo mismo un útero adolescente que uno en edad óptima; el cuerpo aún no está preparado para enfrentar esa carga. De las 267 mujeres que han dado a luz en la provincia en lo que va de año, la morbilidad más alta se encuentra entre las adolescentes”.

Aunque en municipios como La Sierpe se ha logrado disminuir el índice hasta un 9,7 por ciento gracias a proyectos de educación; así como la introducción de anticonceptivos con apoyo del Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (UNICEF) y el Fondo de Población de las Naciones Unidas (UNFPA), otros territorios como Jatibonico (19,6 por ciento) y la propia cabecera provincial (17,6 por ciento) superan la media de la provincia.

“Se ha trabajado en las escuelas con programas de educación sexual, se han reforzado las consultas de planificación familiar, pero mientras persistan embarazos adolescentes, debemos redoblar los esfuerzos”, insiste García González.

El caso de Ana Laura es el rostro concreto de esas estadísticas. La adolescencia interrumpida y los sueños que quedaron en pausa se entrelazan con la fuerza de una madre joven que no se rinde y con un hijo que, pese a todo, sigue latiendo como la mayor victoria.

Ana Laura tenía apenas 17 años cuando dio a luz y hoy, con solo 18, asume la maternidad con una madurez impuesta por las circunstancias y por los padecimientos de su pequeño. Foto Yosdany Morejón.

El regreso a casa

Después de meses de hospitalización, Lian Ernesto recibió el alta médica. En su área de Salud le dieron la bienvenida y se prepararon para continuar el seguimiento. Su evolución futura dependerá de terapias, controles y del amor incondicional de una familia que lo ha acompañado desde el primer suspiro.

“Yo nunca pensé que mi hijo llegara al año”, confiesa Ana Laura. “Los pronósticos eran reservados, pero aquí está, cumpliendo doce meses. Es un milagro. Es mi guerrero. Y yo, la madre más orgullosa del mundo”.

Entre el olor a alcohol y los pitidos de los monitores, la vida insiste en abrirse paso. Y en un cubículo del hospital espirituano, un niño de un año demostró que, incluso en los cuerpos más frágiles, cabe la fuerza de un verdadero luchador.

Diagnóstico que se traduce en vida

Detrás de cada palabra médica que carga la historia de Lian Ernesto hay una realidad que su familia ha debido enfrentar. La coartación de la aorta, por ejemplo, es un estrechamiento en la arteria principal del cuerpo, lo cual impide que la sangre circule libremente.

En términos sencillos, es como si la carretera por donde debía fluir el oxígeno a todo el organismo se cerrara de pronto. Para un recién nacido, esa urgencia es una cuestión de vida o muerte. Por eso la cirugía fue inevitable.

La parálisis cerebral infantil, otra de las secuelas, no significa necesariamente que el niño nunca pueda moverse o relacionarse. En su caso, la falta de oxígeno al cerebro durante los primeros días de vida dejó una huella en el sistema nervioso central. Ello se traduce en limitaciones motoras, torpeza en algunos movimientos, una evolución más lenta de lo que tendría cualquier otro pequeño. Sin embargo, con terapias constantes y estimulación adecuada, cada logro —una sonrisa, una mirada fija, un movimiento de brazos— se vuelve una victoria inmensa.

La tercera gran batalla se libra en los pulmones. La displasia broncopulmonar es una especie de cicatriz que dejan las largas semanas conectados a ventilación mecánica. El aire forzado que alguna vez lo mantuvo con vida también le dejó fragilidad: crisis respiratorias frecuentes, necesidad de oxígeno en determinados momentos, una tos que alarma. Es una carga que probablemente lo acompañe por mucho tiempo, aunque los médicos aseguran que puede aprender a convivir con ella y mejorar progresivamente.

Para su madre, cada diagnóstico médico se transforma en rutinas diarias: aspirar secreciones por la traqueotomía, limpiar con cuidado la gastrostomía por donde se alimenta, vigilar que el oxígeno esté disponible si la respiración se complica. Lo que para un médico es una evolución clínica, para Ana Laura es la certeza de que su hijo respira tranquilo y gana unos gramos más de peso. Y esa diferencia explica por qué ella insiste: «Mi niño es un guerrero».

15 Septiembre 2025 Fuente: Tvsantiago/ Noticias/ Salud

Especialistas en hematología, inmunología y salud materno-infantil desarrollaron este viernes el segundo taller sobre aloinmunización materna en la salud fetal y neonatal, patología consistente en que la sangre de la madre puede reaccionar contra del bebé por incompatibilidad genética de grupo sanguíneo, causando hemólisis fetal o al nacer.

Con participación de especialistas nacionales e internacionales, el evento se desarrolló en el Instituto de Hematología e Inmunología “Dr. José Manuel Ballester Santovenia” (IHI), centro habanero que se proyecta hacia investigaciones y estrategias para reducir la incidencia de esta patología en los recién nacidos.

Una de las manifestaciones de la enfermedad ocurre cuando la madre tiene anticuerpos contra plaquetas del bebé, que entonces puede nacer con menos plaquetas de las necesarias, y le predispone a sangrados y complicaciones requeridas de atención especializada.

La aloinmunización es una respuesta inmunitaria en la que el organismo produce anticuerpos contra antígenos conocidos como aloantígenos que provienen de otro individuo de la misma especie y puede ocurrir también en una transfusión de sangre o un trasplante de órganos.

Uno de los propósitos del IHI es optimizar las dosis de vacuna para evitar el padecimiento, así como implementar metodologías y realizar estudios complementarios que ayudan a determinar compatibilidades sanguíneas.

Este tipo de talleres refuerza la capacidad investigativa del país, mejora el conocimiento clínico sobre estas afecciones, y apunta a proteger la salud fetal y neonatal mediante intervenciones oportunas y evidencia científica, tanto para los profesionales como para las instituciones implicadas.

En esta ocasión, el taller conoció del proyecto liderado por la Dra. Yamila Adams Villalón, máster en Bioquímica y especialista en Inmunología y coordinadora de la investigación para la identificación de este mal considerado un problema de salud en Cuba.

José Eduardo Levi, director regional de América Latina de la sociedad internacional de transfusión estuvo virtualmente al tanto del desarrollo del taller, al cual asistieron representantes del Programa Nacional de Sangre.

12 Septiembre 2025 Fuente: Trabajadores/ Noticias/ Salud

A la empresa llegó el grupo multidisciplina­rio de especialis­tas para realizar la visita de reconocimiento solici­tada por la dirección de la entidad. Así se denomina una práctica del Instituto Nacional de Salud de los Trabajadores (Insat), explica su director, doctor Reinaldo Ruffin Concep­ción, cuyo objetivo es iden­tificar en el propio puesto de trabajo los riesgos a que está expuesto el traba­jador de contraer alguna enfermedad profesional o sufrir un accidente.

“Actuamos en el orden preventivo promocional, que es el carácter de la sa­lud ocupacional.

“Hacemos estas visitas tanto a empresas estatales como privadas y a entida­des de la Zona Especial de Desarrollo Mariel. Si hay un caso identificado por intoxicación con plomo o mercurio, por ejemplo, lo remitimos a una atención hospitalaria o al Instituto de Toxicología”, precisa Ruffin.

Los trastornos músculo-esqueléticos

El subdirector, doctor Waldo Díaz Piñera, aco­ta que la primera causa a nivel mundial de incapa­cidad laboral por invalidez total son los trastor­nos músculo-esqueléticos (TME). Cuba tiene apro­ximadamente entre el 18 y el 20 % de trabajadores en esta condición y en el mundo se comporta hasta en un 25 por ciento.

En este sentido, señala, que las recomendaciones tienen gran importancia pues no solo mejoran la salud y el bienestar de la persona, sino que se tra­ducen en mayor producti­vidad y menos ausentismo.

Como primer paso se analizan los datos existen­tes: revisión de reportes de accidentes laborales, registros de ausentismo por certificados médicos, informes de enfermeda­des profesionales y otras estadísticas que presenta el comité de salud y segu­ridad del centro.

De esa manera se pue­de conocer qué departa­mentos, secciones o pues­tos de trabajo reportan más TME, el tipo de lesión más común: lumbalgia, tendinitis del hombro, sín­drome del túnel carpiano (que daña el movimiento de las manos), entre otras.

Evalúa, además, si perjudican más a jóvenes por falta de experiencia o a personal veterano por acumulación de esfuerzo.

Le siguen la observa­ción directa de cómo se realiza la labor en la prác­tica y se aplican técnicas para medir el manejo de las cargas, posturas forza­das, movimientos repetiti­vos y esfuerzos.

A continuación, corres­ponden encuestas y entre­vistas a los miembros del colectivo, y por último, se hacen las sugerencias, en­tre otras, determinadas modificaciones en la rea­lización de algunas activi­dades, cambios de carácter organizativo y se enseñan principios de mecánica corporal para levantar co­rrectamente las cargas. Por supuesto se insiste en el uso de los medios de pro­tección personal.

Estas propuestas de­ben ser asumidas por la dirección y contar con la participación de los tra­bajadores. Se requiere de todos un enfoque proacti­vo y no reactivo, es decir, no esperar a que ocurra un accidente o haya una en­fermedad sino prevenirlos y estar atentos a las quejas que surjan en el proceso productivo.

Laboratorios en todos los centros provinciales de hi­giene

A Heliodora Díaz Padrón, ingeniera química, todos le dicen la China. Tiene 80 años. Es muy activa y la primera en incorporarse a cualquiera de las visitas por complicado que sea el lugar. Desempeña la jefa­tura del Departamento de Riesgos Químicos. En el momento en que la en­trevistamos llevaba a cabo una investigación de los expuestos al plomo, metal que puede provocar una enfermedad profesional denominada saturnismo.

“Existe una red de laboratorios muy simila­res al nuestro en todos los centros provinciales de epidemiología donde ha­cen estos controles. Cuan­do tienen un caso dudoso nos lo envían.

“Si el trabajador re­basa el límite de plomo en sangre hay que separarlo de su puesto, a los tres me­ses se le hace un chequeo y si está normal, retorna. Así mismo ocurre con los plaguicidas y diferentes sustancias. Si continúa manifestando daño des­pués de los 6 meses de cer­tificado médico, pasa por una comisión de peritaje médico laboral.

“Sobre el accionar de esos grupos mantenemos atención permanente. Hay 81 comisiones muni­cipales, 15 provinciales y la comisión nacional que rige metodológicamente a estas, en las que se re­cogen las principales ca­racterísticas en cuanto a enfermedad, organismo, ocupación, grupos de eda­des”.

“A partir de 1995 a la máxima dirección del país le preocupó que con nues­tros positivos índices de salud se registrara tanta incapacidad total, y se le dio la tarea a este Institu­to de analizar el proble­ma. De 28 mil trabajado­res con esta condición en ese año, bajamos a 16 mil al siguiente, y nos hemos mantenido entre 10 mil y 12 mil. Fue el resultado de un mayor énfasis en el tra­bajo preventivo y de una labor encaminada a lograr que las comisiones estén integradas por el personal más calificado”, explicó el doctor Waldo.

Maestría y una nueva es­pecialidad

Allí imparten una maes­tría que acumula 300 egresados en salud ocu­pacional provenientes de distintas esferas: psicólogos, abogados, economis­tas…, y pronto comenzará la cuarta edición.

María Esther Linares, quien estuvo al frente del Instituto durante 18 años, jubilada y recontratada, hoy se dedica a la investi­gación y es una de las po­cas expertas en Medicina del Trabajo del país. “Es­tamos empeñados en res­catar esta especialidad de diagnóstico y tratamiento e hicimos un programa de formación emergente, pendiente de aprobación. Se dedica a la preven­ción de las enfermedades profesionales, y en ella desempeña un papel fun­damental el médico”.

El Insat tiene la condi­ción de Unidad de Ciencia, Tecnología e Innovación del Ministerio de Cien­cia, Tecnología y Medio Ambiente; es Centro Co­laborador de la Organiza­ción Mundial de la Salud, para salud ocupacional, y miembro de las principa­les instituciones que tie­nen que ver con esa temá­tica a nivel regional.

14 Septiembre 2025 Fuente: Trabajadores/ Noticias/ Salud

septiembre 17, 2025 | Arlenes Tamayo Osorio | Filed under: Bienestar, Calidad de Vida, Calidad en los servicios, Cuba, De la prensa cubana, Enfermedad, médicos cubanos, Salud, Salud Pública | Etiquetas: |