Sep
8
Con una tasa de mortalidad infantil de 2.02 fallecidos por cada 1,000 nacidos vivos, la provincia de Sancti Spíritus se mantiene hoy a la vanguardia del país en este sensible indicador, lo cual evidencia la consolidación del Programa de Atención Materno Infantil (PAMI) en el territorio.
Según Francisco García González, al frente del PAMI y a la Dirección General de Salud, este resultado obedece a un trabajo sostenido en el fortalecimiento de la red de genética y en las consultas multidisciplinarias para pacientes con crecimiento intrauterino retardado.
«Es la mejor tasa del país. Mientras el promedio nacional se sitúa en 8.1, somos la única provincia que está incluso por debajo de 5.
Este resultado ya se ha vuelto sistemático. El año pasado también fuimos la mejor provincia, gracias a la integración efectiva entre la atención primaria y secundaria, al fortalecimiento de nuestras terapias —neonatal, intensiva pediátrica y de adultos—, a la constante preparación de nuestros profesionales por parte de la universidad médica, y al amor con que se realiza cada labor. Ese es el verdadero motor de estos logros.
Sin el compromiso de nuestros trabajadores, no podríamos alcanzar los indicadores que hoy exhibimos.»
García González aseguró que el país concede máxima prioridad al Programa de Atención Materno Infantil. «Puede faltar cualquier recurso, pero de inmediato se gestiona. Se hace un esfuerzo enorme. Existe un nivel de prioridad tanto para las embarazadas como para los niños. Se refuerzan los antibióticos, se garantiza el suministro de insumos médicos», afirmó.
La tasa de mortalidad infantil de 2.02 por cada 1,000 nacidos vivos que exhibe hoy Sancti Spíritus confirma que el territorio no solo mantiene estándares de excelencia en la atención materno infantil, sino que también se proyecta como referente nacional en la protección de la vida desde sus primeros instantes.
7 Septiembre 2025 Fuente: Tvsantiago/ Noticias/ Salud
Sep
5
La casa respira calma. El aire huele a pintura fresca, a limpieza, a comienzo. Por los pasillos de colores suaves, verde y marfil, no se oye más que el susurro de una conversación a lo lejos. En un cuarto climatizado, Ana Caridad Pelaez, de 32 años, descansa. Espera dos bebés.
“Yo no estaba mal en el otro lugar. Pero aquí estamos mucho mejor. Mucho mejor. Y la comida y todo, yo la verdad veo mucho cambio”.
“Mejor” es una palabra que se repite como un mantra necesario. Este es el Hogar Materno La Esperanza del Mundo, en el municipio de Playa, recién remodelado, recién estrenado. Un lugar donde la arquitectura se ha puesto al servicio de un milagro cotidiano: gestar vida contra todo pronóstico.
Félix Santoyo Rodríguez, subdirector general del centro, recorre las instalaciones con la mirada de quien ha peleado por cada detalle. Explica que esta era una casa que hubo que adaptar, torcerle el brazo a las circunstancias. “Porque principalmente por eso es que los hogares se llaman hogares, porque tienen que darle un ambiente familiar, un ambiente de apego emocional a las embarazadas, lo más cercano a su propia vivienda”, dice.
Su explicación es técnica y a la vez profundamente humana: el componente familiar no está solo en las paredes, sino en la piel de los trabajadores, “personas que llevan mucho tiempo en eso”.
El viejo inmueble, una estructura de tres pisos que se venía a pedazos, fue derrotado por los problemas: filtraciones, baños inservibles, escaleras estrechas de madera. “Tener un hogar sin unas hidrosanitarias funcionales es un problema porque hay que cargar agua, tanto para descargar como para bañarse”.
a nueva propiedad tiene dos plantas, 18 camas, todas con mobiliario nuevo, dos salas, dos comedores, una cocina, baños y un espacio para las consultas médicas.
Una ingeniería pensada para el reposo: las embarazadas de la planta alta no bajan; la comida sube. Abajo, solo quienes no pueden con las escaleras.
Pero un hogar materno no es solo cemento. Es, sobre todo, un lugar de cuidado. Dania Jiménez Almaguero, funcionaria del PAMI (Programa de Atención Materno Infantil), lo define con precisión clínica:
“Lo bueno que tienen los hogares maternos es que ayuda a disminuir el porciento de embarazadas con riesgos”. Ingresar aquí es modificar la probabilidad de un niño pretérmino, de bajo peso o, incluso, de muerte. “Si yo ingreso dieciocho mujeres aquí, son dieciocho mujeres que bajarían desde el riesgo relevante al riesgo técnico”.
No se trata solo de dar alojamiento, sino de transformar activamente el nivel de riesgo de las embarazadas, asegurando que tanto sus problemas de salud como sus circunstancias sociales sean manejados de forma integral para lograr un embarazo más seguro y un parto sin complicaciones.
En una habitación, Melody, de 15 años y 29 semanas de embarazo, acaba de llegar. Es primeriza. Viene del antiguo hogar y no le gusta ninguno; extraña su casa. Elizabeth, su compañera de cuarto, se esconde tímida detrás de la puerta.
Santoyo explica: la adolescencia es un riesgo en sí misma. “Imagínate una mujer que no está madura biológicamente para conseguir un embarazo con todo lo que se implica”. Las menores de 15 años, sentencia, deben estar aquí desde la concepción hasta el parto. Es ley.
La rutina es un bálsamo: pase de visita del médico a las 8 de la mañana, control de signos vitales por enfermería las 24 horas, dietas supervisadas por una especialista—picadillo, pollo, granos, menús diferenciados para diabéticas—, actividades los fines de semana.
Los sábados, la casa se llena de especialistas: psicólogos, trabajadores sociales, clínicos. El médico, dice Santoyo, sabe que en el cuarto de las gemelares se demorará una hora y media—“lleva procedimientos dobles”—y que en el de las adolescentes deberá hablar, quizás, un poco más sobre todos los riesgos que conlleva este embarazo.
“Hay que enamorarlas mucho”, confiesa Dania sobre la reticencia de algunas a ingresar. “A veces ellas piensan que no van a estar lo bien que van a estar aquí.
El financiamiento para esta transformación llegó del plan de la economía del municipio y del impuesto por contribución territorial. Fue una obra de fe, ejecutada por empresas estatales y constructoras locales. Las embarazadas volvieron solo cuando la unidad de higiene y epidemiología dictaminó que la casa era, por fin, habitable.
Ahora, el proyecto no se detiene. La proyección es climatizar cuarto a cuarto, con la cooperación de actores económicos del territorio. Ya hay dos con aire acondicionado. Los colores, apunta Santoyo, no son un capricho.
“Tienen que transmitir paz, tranquilidad, armonía, apego, sensibilidad”. Porque la magia de este lugar—y su desafío más grande—no reside en las camas nuevas ni en la pintura fresca. Reside en algo más intangible y crucial: “Debe cumplir el concepto de la palabra hogar. Si no… esto se convierte en una institución de salud cualquiera. Tiene un componente psicológico de peso”.
Por su parte, Ana Caridad, la mujer que espera dos vidas, lo resume con una sencillez que abarca todo: “Que nos quedan cosas por mejorar, claro, las vamos a hacer”.
Mientras, la casa, silenciosa y impecable, espera a que lleguen más mujeres, más historias, más riesgos que domar. A que el olor a pintura nueva se mezcle, por qué no, con el olor de la esperanza.
5 Septiembre 2025 Fuente: Cubadebate/ Noticias/ Salud
Sep
4
No una, sino tres sonrisas, derretirán el corazón de Ana Bárbara Cárdenas Victores. Todo desde que el domingo 31 de agosto, en el hospital provincial Ciro Redondo García, nacieron sus trillizos. Tan solo era la mamá de un niño de… tres años, que le buscaba una hermanita, pero la búsqueda rindió más frutos de los esperados.
Ahora le tocarán otros tres cariños interminables, momentos felices y éxitos multiplicados, infinidad de fotos, recuerdos y, por supuesto, otras tres caras que lavar y tres voces insistentes que le exigirán hasta el límite. Escuchará tres veces más llanto, y tendrá que cerrar tres pares de ojos con canciones y arrullos.
Cada niño será una dura prueba y un beso de la vida, un desafío y un premio. De hecho, primero fueron una sorpresa.
“Tenía como tres meses cuando lo supe. El papá no sabía qué decir. Está de madre, de tan nervioso y contento —cuenta riendo. Incluso el pronóstico indicaba que el parto iba a ser el martes 2, pero ellos se adelantaron”.
Y a esa travesura de los trillizos le seguirán otras tantas, porque han llegado a un mundo que habrán de colorear con su risa e inocencia. Muchos contribuyen a garantizarles su primer derecho: vivir.
“La atención de los médicos ha sido buenísima”, enfatiza la artemiseña Ana Bárbara, todavía un poco adolorida.
Madileidis Victores, abuela de los chicos, añade que “la trabajadora social nos trajo una lámpara; ya nos dieron tres cunas, y estamos a la espera de los colchones y de la respuesta del intendente, que quedó en revisar cómo resolver el tema de la vivienda, por lo menos un local o un área donde construir.
“Ella vive con su papá, y la casita es de dos cuartos. El cuarto es chiquito: tenía la cama de ella y la del niño; cabía la otra cunita, si hubiera sido uno, pero ahora son cuatro cunas”.
Entretanto, la Doctora Dainelis Pérez Camps, especialista en Neonatología que estaba de guardia a la llegada de este equipo del periódico, ofrece detalles sobre lo sucedido.
“Daniel Alejandro Portales Cárdenas fue el primero en nacer, a las 3:22 de la tarde, con 1 900 gramos, un buen peso para su edad gestacional. Ha tolerado bien la vía oral, con adecuado estado de oxigenación.
“El segundo se llama Antonio Alejandro. Pesó 1 950 y nació a las 3:23. Y Kathy Mía fue la última, a las 3:24; pesó 1 875 gramos. Hasta el momento, todo marcha bien con ellos.
“Fue parto distócico, por cesárea, debido al embarazo múltiple, y transcurrió sin ninguna eventualidad. Se comportan estables: toleran la vía oral, lo cual resulta muy importante en estos bebés; han defecado bien y están saturando bien”, asegura.
“Como nacieron de buen peso, con 34 semanas, se van a mantener en el servicio de neonatología durante las primeras 24 horas. Cuando la madre los pegue al pecho y tengan buena succión, pasarán a la sala de puerperio. Al menos los más grandes, los varoncitos, en estas primeras horas ya van para al lado de su mamá. A la más pequeña la vamos a mantener al menos más de 48 horas en el servicio”.
Dainelis tiene un niño de nueve años. Se llama Alejandro. Ella entiende perfectamente la combinación de ciencia y ternura que entraña su especialidad. La defiende como una profesión muy bella; por eso la escogió.
Dispone, además, de la experiencia y dedicación de Yaneli Hernández Atencio (la chiqui, como le dicen sus compañeros de labor). Ayudan notablemente sus 28 años como enfermera, junto a otras siete seños que procuran lo mejor para los bebés del hospital Ciro Redondo.
Las voluntades se unen, pues Daniel Alejandro, Antonio Alejandro y Kathy Mía demandan el triple de cuidados. Y a su mamá Ana Bárbara se le sucederán los días entre el triple de pañales… y el triple de amor.
1 Septiembre 2025 Fuente: Cubadebate/ Noticias/ Salud