Muy complejo el panorama sanitario generado por el SARS-CoV-2 y la bajísima percepción del riesgo. Urge hacer más y mejor.
Mientras más alarmantes las evidencias, más distantes las conciencias. Triste realidad frente a la pandemia ocasionada por el SARS-CoV-2, sus variantes y mutantes.
Duelen el elevado número de personas confirmadas con la enfermedad, el crecimiento y la dispersión de casos activos y, sobre todo, la indolencia que conlleva al sustantivo incremento de lactantes, niños, adolescentes, jóvenes, adultos y ancianos contagiados.
Causa mayor aflicción la ocurrencia de fallecimientos como consecuencia de la COVID-19, en un amplio espectro de edades, sobre todo de personas con factores de riesgo o la presencia de variadas comorbilidades; pero también en personas que estaban previamente sanas antes de contagiarse con el peligrosísimo virus.
Entristece saber que no son pocos los pacientes que se reportan como críticos o graves en las Unidades de Cuidados Intensivos. Lacera el sentimiento percibir que no se comprenda por muchos la magnitud de las consecuencias del SARS-CoV-2, con sus inequívocas huellas de letalidad, sufrimiento, secuelas e impactos en lo económico y social. Conmueven las tendencias en cuanto a pronósticos, de no cumplirse con las medidas higiénico-sanitarias orientadas.
No son tiempos para cansarnos ni despreocuparnos. Hoy, no hay mejor política pública que educar para la salud. Y es por eso que debemos lograr una auténtica sinergia en este noble propósito. Estamos aún lejos de controlar la pandemia y solo tenazmente, con coherencia, ciencia e inteligencia, se podrá avanzar en la prevención y el control de la enfermedad.
Nunca ha sido más importante convertir la higiene en hábito, en cultura, de todos y en todo. Vale reiterar que en la confianza está el peligro.
El SARS-CoV-2 no perdona los errores; se dispersa en aerosoles, coloniza las mucosas desprotegidas (nariz, boca u ojos), se adapta y resiste en cuanta superficie cae, contamina suelos y suelas, se transporta en las manos y mediante ellas, cuando no se lavan adecuadamente, llega a los más insospechados lugares, tan cerca como lejos. Entonces, puede imaginarse lo que puede suceder cuando se incumplen las precauciones, muy bien orientadas, pero desafortunadamente mal asimiladas o incumplidas por muchos.
Créannos, la sensatez es hoy y será siempre robustez. Mucho más de lo hecho queda por hacer frente a la COVID-19.
Es muy importante advertir tempranamente la presencia de síntomas o signos sugestivos de la enfermedad, tales como fiebre, tos (seca o productiva), disnea gradual u otra manifestación respiratoria, odinofagia, decaimiento, malestar general, cefalea, diarreas, pérdida del olfato o el gusto, mialgias, artralgias. Nunca se debe olvidar que son de alto riesgo los pacientes de 65 años o más, con o sin comorbilidades, y también los menores de 65 años que tienen comorbilidades o factores predisponentes a complicaciones.
Especial atención debe conferirse a los pacientes con comorbilidades propensas a complicar la evolución de la COVID-19, tales como HTA complicada o sin el debido control, diabetes mellitus, Enfermedad Pulmonar Obstructiva Crónica (EPOC), obesidad, enfermedad renal crónica, cardiopatía isquémica, cáncer, insuficiencia renal, desnutrición severa u otras.
Y, por supuesto, debe ser esmerada la atención a los grupos vulnerables, que incluyen adultos mayores solos en la comunidad, pacientes con enfermedad crónica descompensada, pacientes con riesgo de descompensación y/o con comorbilidades y/o fragilidad por alguna causa, personas identificadas con conducta deambulante, y familias disfuncionales, por problemas sociales o hacinamiento.
Nunca soslayar que, en casos severos, la enfermedad puede progresar rápidamente, causando síndrome de dificultad respiratoria aguda, arritmias cardíacas, shock séptico, acidosis metabólica que puede ser irreversible, trastornos de la coagulación y disfunción multiorgánica.
Si algo no debemos omitir es que “la imprudencia puede enfermar y matar”. Corren tiempos en que un beso, estornudo, abrazo o apretón de manos puede ser la génesis de un “sorprendente contagio”, no pocas veces causante de enfermedad, complicaciones, infecciones oportunistas como las fúngicas (dígase el llamado hongo negro o mucormicosis), además de secuelas y muerte.
Entonces, seamos receptivos y prudentes. Un mensaje vale compartir: Cuide de sí mismo, de su familia, sus vecinos y amistades, de su comunidad y la sociedad en su conjunto. La mejor vacuna sigue siendo la prevención y no hay mejor prevención que la higiene en toda su dimensión.
Por favor, usemos correctamente el nasobuco, mantengamos limpias las manos, evitemos tocar ojos, nariz y boca, preservemos el distanciamiento y no propiciemos aglomeraciones.
Pensemos en los abuelos, padres e hijos, en la familia en su conjunto, los vecinos, amistades, compañeros de trabajo o estudio, los compatriotas en general.
Pensemos en cómo mejorar nuestro comportamiento y desempeño diarios, y hagamos lo necesario para lograrlo, pero sin perder ni siquiera un minuto en tan noble empeño.
¡Cuidar y cuidarse son premisas de la cotidianidad! ¡Vayamos todos por la Salud, contra la COVID-19!
Junio 29/2021 (Cubadebate)

La opinión del lector: Ante la COVID-19, urge hacer más y mejor

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