Casi 400 millones de personas en todo el mundo han padecido un COVID-19 prolongado, de acuerdo con una reciente investigación de la Universidad de Washington en San Luis, Estados Unidos, publicada este viernes 9 de agosto en la revista científica ‘Nature‘.

«El COVID prolongado afecta drásticamente el bienestar y el sentido de sí mismo de los pacientes, así como su capacidad para trabajar, socializar, cuidar a otros, gestionar las tareas domésticas y participar en actividades comunitarias, lo que también afecta a las familias de los pacientes, a los cuidadores y a sus comunidades», dice la investigación.

Para llegar a sus conclusiones, los autores evaluaron decenas de estudios y métricas correspondientes al 2023, con lo que estimaron que aproximadamente el 6% de los adultos y cerca del 1% (alrededor de 400 millones de personas) de los niños habían padecido COVID-19 prolongado alguna vez desde que comenzó la pandemia.

La estimación tomó en cuenta que los nuevos casos de la enfermedad se desaceleraron en 2022 y 2023 gracias a las vacunas y a que la variante Ómicron es más leve.

No obstante, los científicos sugieren que el número real podría ser mayor, ya que la investigación solo incluyó a personas que desarrollaron la enfermedad después de haber tenido síntomas durante la etapa infecciosa del virus, pero no a las personas que se infectaron más de una vez de COVID-19.

¿Qué es el COVID prolongado?

El COVID prolongado sucede cuando los síntomas de la enfermedad persisten por cuatro o más semanas después de un caso de COVID-19.

Según la investigación, «algunas manifestaciones de COVID prolongado, incluidas las enfermedades cardiacas, la diabetes, la encefalomielitis mialgia y la disautonomía, son afecciones crónicas que duran toda la vida».

Los autores del estudio citaron información que sugiere que solo entre el 7 y 10% de las personas con COVID-19 se recuperaron por completo dos años después de desarrollar la enfermedad. Sin embargo, hasta el momento se desconoce la causa de este padecimiento, aunque algunas teorías sugieren que fragmentos del virus permanecen en el organismo.

También se estudia la responsabilidad de padecimientos como la desregulación del sistema inmunitario, inflamación y problemas de circulación sanguínea, así como el desequilibrio del microbioma.

Afectaciones económicas

De acuerdo con el informe, entre dos y cuatro millones de adultos estaban sin trabajo en 2022 a causa del COVID prolongado.

Asimismo, la investigación sugiere que casi el 10% de las personas con esta enfermedad tiene menos probabilidades de estar empleadas que quienes nunca se contagiaron.

Además, los pacientes con COVID-19 prolongado a menudo tienen que reducir sus horas de trabajo. Uno de cada cuatro limita sus actividades fuera del trabajo.

Debido a lo anterior, así como a los servicios de atención sanitaria, el equipo de investigadores estimó que el costo económico por el COVID prolongado es de alrededor de un billón de dólares al año en todo el mundo, lo que equivale al 1% de la economía mundial.

Finalmente, los investigadores a cargo del estudio reconocen que todavía se sabe muy poco sobre esta enfermedad y prevalece una «ausencia casi total de evidencia, de ensayos clínicos aleatorios que oriente las decisiones de tratamiento».

En ese sentido, la atención a los pacientes de COVID prolongado en todo el mundo se ve obstaculizada por sistemas de salud sobrecargados y la falta de conocimiento por parte de los profesionales médicos, que en ocasiones evalúan de forma errónea los síntomas psicosomáticos.

«El COVID prolongado probablemente represente una enfermedad con muchos subtipos, cada uno puede tener sus propios factores de riesgo, mecanismos biológicos y trayectoria de la enfermedad, y puede responder de manera diferente a los tratamientos», concluyeron los autores.

12 agosto 2024 Fuente: Tvsantiago/ Noticias/ Salud

El Centro de Ingeniería Genética y Biotecnología (CIGB) de Camagüey, con más de 35 años de fundado, a más de 500 kilómetros de la capital del país, constituye hoy sin dudas uno de los hitos de la incesante labor del Líder Histórico de la Revolución, Fidel Castro, por desarrollar la ciencia nacional y posicionarla en un lugar de gran prestigio en el mundo.

Quienes trabajan en esta institución convertida en una empresa de nuevo tipo a partir de su capacidad de investigar, producir y comercializar, hablan con orgullo de aquella magistral idea del Comandante en Jefe de construir un centro biotecnológico en el territorio para impulsar el sector agropecuario, debido a sus grandes potencialidades de ser la provincia más extensa y la mayor productora de azúcar y de leche en ese momento.

Roberto Basulto Baker, especialista comercial del CIGB de la localidad y fundador, afirmó que Fidel se propuso y lo consiguió, dotar a la isla de una red de esos enclaves con el firme propósito de promover la biotecnología, bajo la certeza de que podía tener un gran alcance dentro y fuera de la nación.

«Fidel supo conducir y materializar su estrategia de desarrollo de la ciencia, la tecnología y la innovación, proclamada a solo un año de haber triunfado la Revolución, cuando en 1961 aseveró que el futuro de Cuba tenía que ser de hombres de ciencia y de pensamiento».

La preparación del valioso capital humano que se posee actualmente estuvo desde el inicio entre las premisas de su quehacer, y por ello se preocupó en todo momento, lo cual favoreció alcanzar el amplio reconocimiento de las instituciones, científicos e investigadores cubanos a nivel internacional, ponderó el especialista.

Ejemplo más reciente de la alta capacidad de la ciencia y sus profesionales, resulta el enfrentamiento a la pandemia de la COVID-19 y la obtención de cinco candidatos vacunales ante la enfermedad, de los cuales tres fueron aprobados y se utilizaron en la nación antillana y otros sitios del orbe.

Ese notable éxito a favor de la vida en medio del terrible virus no hubiera sido posible sin la infraestructura creada luego de enero de 1959 por Fidel, el alto nivel científico y la interrelación existente entre las instituciones del sector dentro de Cuba y sus vínculos con homólogas del exterior.

Roberto Basulto, Máster en Ciencias y Licenciado en Física y Matemática, integró el primer grupo de jóvenes seleccionados para formar parte del centro que se construía en Camagüey, para lo cual recibieron capacitación durante dos años en el CIGB de La Habana.

«Nuestro CIGB está en un momento de madurez y sigue fiel a la idea de Fidel de apoyar y aportar al ámbito agropecuario de esta región centro-oriental, y muestra de eso son los proyectos encaminados en la institución, capaz de investigar, producir y comercializar, es sustentable desde el punto de vista económico y crece cada día», comentó.

En cuanto a la protección del medio ambiente, defendida de igual modo por el Líder Histórico, explicó que los tres productos obtenidos por el CIGB agramontino (vacuna para el control de las garrapatas en el ganado bovino, conocida como GAVAC, el inyectable contra la peste porcina clásica, PORVAC, y el bionematicida Hebernem), son biológicos, o sea, contribuyen a la disminución de los químicos.

Nemecio González Fernández, director del CIGB camagüeyano, aseguró que 35 años después, continúan enfocados en la aplicación de las herramientas biotecnológicas en el desarrollo agropecuario del país, misión que les dió el Comandante en Jefe desde el surgimiento del centro, el 25 de julio de 1989.

Poseen tres productos comerciales, de ellos dos (GAVAC y el Hebernem), con más de 20 años en el mercado nacional, además de ser rubros exportables que aportan divisa a la economía nacional y a la empresa.

El bionematicida Hebernem, está registrado en 10 naciones de la región de América y en el caso de la vacuna PORVAC, de más reciente inclusión, se registró en diciembre de 2017, y ya muestra un impacto en el control de la peste porcina clásica en Cuba.

De igual manera, incursionan en otros proyectos en fase de investigación y desarrollo para convertirlos en productos como la búsqueda de bioproductos que puedan incentivar el crecimiento de las plantas , controlar hongos fitopatógenos y estimular la defensa propia de las plantas ante condiciones difíciles.

10 agosto 2024 Fuente: Adelante/ Noticias/ Salud

El 14 de agosto de 1881, el doctor Carlos Juan Finlay subió al estrado para presentar, ante los miembros de la Real Academia de Ciencias Médicas, Físicas y Naturales de La Habana, reunidos en sesión, su trabajo titulado El mosquito hipotéticamente considerado como agente de transmisión de la fiebre amarilla.

Cuentan estudiosos de la obra del sabio cubano que leyó el texto sin hacer ningún énfasis especial, esbozando con naturalidad cada una de las condiciones que consideraba necesarias para la propagación de la enfermedad.

Al igual que hizo el 18 de febrero de ese propio año, en la Conferencia Sanitaria Internacional, efectuada en Washington, expuso su revolucionaria teoría acerca del probable contagio de la fiebre amarilla mediante un vector biológico, sin reparar en las miradas de incredulidad que primaban en el auditorio.

Sin embargo, en esta ocasión fue más allá de ese enunciado, al identificar a la hembra del mosquito denominado hoy Aedes aegypti, como el sujeto intermedio capaz de pasar la agresiva dolencia de un individuo enfermo a uno sano.

Así, el noble galeno nacido en la ciudad de Puerto Príncipe, actual Camagüey, el 3 de diciembre de 1833, completó su genial descubrimiento, que mostró por primera vez ante el mundo una nueva forma de contagio de las enfermedades epidémicas.

Ese hallazgo marcó una ruptura con las concepciones prevalecientes hasta entonces en la medicina internacional, según las cuales estas solo podían diseminarse por contacto directo entre las personas, o debido a la influencia de un factor ambiental.

Como describe el fallecido doctor José López Sánchez, reconocido biógrafo de Finlay y estudioso de la historia de las ciencias, cuando el sabio cubano terminó de hablar, permaneció en el podio, a la espera de alguna opinión o cuestionamiento. Pero reinaron el silencio y la suspicacia en los rostros de la mayoría de los académicos allí reunidos.

PRECURSOR DE LA LUCHA ANTIVECTORIAL

Pasaron casi 20 años para que su postulado de prevenir la fiebre amarilla con la destrucción del agente transmisor fuera sometido, finalmente, a prueba por el Gobierno interventor estadounidense.

Basadas en las recomendaciones de Finlay, en 1901 La Habana fue escenario de una masiva batida contra el mosquito. Para el sabio cubano, la clave del éxito radicaba en destruir las larvas en los propios criaderos, con énfasis en las acumulaciones de agua estancada.

La certeza de lo planteado por Carlos J. Finlay quedó plenamente demostrada, y la temible enfermedad muestra una marcada disminución. Un informe sanitario de la época declara que esta ha sido vencida gracias a la campaña de saneamiento propugnada por el sabio cubano.

Con la toma de posesión del presidente To­más Estrada Palma, el 20 de mayo de 1902, es nombrado Jefe Superior de Sa­nidad. Al frente de ese mandato, confecciona el primer código sanitario que hubo en Cuba.

Entre sus primeras medidas, estableció de manera obligatoria la vacunación contra la viruela en todo el país, abogó por crear mecanismos que garantizaran el saneamiento sistemático, y prohibió los baños en determinadas áreas del litoral norte habanero, al considerar que las aguas estaban contaminadas.

Igualmente, dispuso no echar basura en la vía pública, y dedicó notables esfuerzos a los controles epizoóticos, para prevenir enfermedades transmitidas por animales domésticos.

Los planteamientos del más universal de los científicos cubanos destinados a la eliminación del mosquito permitieron erradicar la fiebre amarilla, una de las dolencias más mortíferas que padeció la humanidad durante siglos, en Panamá, Río de Janeiro, Veracruz, Nueva Orleans y en otros lugares del hemisferio occidental, donde los reiterados brotes ocasionaron un incalculable número de fallecidos.

EL NOBEL QUE PUDO SER

Carlos Juan Finlay también ejerció la oftalmología, incluso publicó un artículo en el que expuso algunas consideraciones generales sobre la extracción de cataratas, describiendo un nuevo método quirúrgico.

Dotado de un espíritu innovador, diseñó un dispositivo para atenuar la brillantez de la luz natural y disminuir las molestias en los operados, así como un efectivo vendaje ocular.

En 1864 escribió un artículo en la Revista Anales, la más notoria publicación de corte científico editada en la Isla, titulado Bocio exoftalmológico-observación, en el cual, para algunos historiadores, describe el primer caso de hipotiroidismo en Cuba.

Igualmente, prestó particular atención a prevenir la aparición del tétano en el recién nacido, orientando la desinfección obligada de las manos y los instrumentos que empleaban, por las personas encargadas de cortar y retirar el cordón umbilical.

Reportó, asimismo, el primer caso de filaria en sangre observado en América, e hizo importantes estudios sobre el cólera en La Habana, a partir de la severa epidemia desatada en la ciudad, en 1868.

Propuesto en siete ocasiones al Premio Nobel de Fisiología y Medicina entre 1905 y 1915, Finlay recibió en 1907 la Medalla Mary Kingsley, conferida por el Instituto de Medicina Tropical de Liverpool, la más importante institución del mundo en Infectología de la época, y un año más tarde, la Orden de la Legión de Honor, otorgada por el Gobierno de Francia.

La Unesco lo ubica entre los seis más grandes microbiólogos de la historia. En 1872 resultó elegido Miembro de Número de la Real Academia de Ciencias Médicas, Físicas y Naturales de La Habana, y en 1895, Miembro de Mérito.

Si bien hubo intentos de silenciar su monumental obra, y hasta de arrebatarle la paternidad de la teoría del mosquito como transmisor de la fiebre amarilla, el xii Congreso de Historia de la Medicina celebrado en Roma, en 1954, ratificó que solo a Carlos Juan Finlay le corresponde el mérito de haber logrado tan extraordinario descubrimiento.

Hombre modesto, altruista y perseverante, falleció a las 5:45 de la tarde del 20 de agosto de 1915, según el certificado de defunción expedido por su médico de cabecera, el doctor Alberto Díaz Albertini.